Jóvenes subvalorados con Snapchat y Twitter

¿Quién creería que el mundo puede cambiar al ritmo de unas selfis y hashtags? ¿O que una historia de Snap cuenta cosas interesantes? Pero sí, cambió la forma de ver las cosas. Mientras nos apuntan por mirar una pantalla, ¡estamos cambiando el mundo!

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Los de la generación pasada nos apuntan por estar todo el tiempo con nuestros teléfonos, sin siquiera saber qué es lo que estamos haciendo, ni el poder que está al alcance de un celular. El año pasado, unos pendejos fueron capaces de echar a una ministra, mientras que otros lograron que, nada más y nada menos, el rector de la Universidad Nacional de Asunción renuncie. ¿Te parece realmente que estos chicos se pasan boludeando nomás en las redes sociales?

En un evento de Facebook comienza la revolución. Mientras un arcaico profesor está retando a su alumno, este se encuentra haciendo invitaciones a una movilización para que ya no haya retrógrados enseñando cosas de la era de piedra en el tiempo en que todo es touch y la info está a la distancia de una búsqueda. ¡Quiénes son ellos para señalar a una generación que se anima a gritar cosas que antes nadie gritó!

Eso que a ellos les parece una reverenda “distracción”, a esta generación le sirvió para captar cómo alguien se tragaba papeles comprometedores en el rectorado, demostrar cuál es la realidad de unas escuelas que a pedazos se caen y de paso viralizar todo para que no haya pero que valga por parte de quienes siempre mienten a la gente. Así, es mejor que sigan pensando que nuestras herramientas son inútiles, que no las conozcan, que no las usen, quizás hasta ganemos más luchas.

Subestimar es el peor error que se puede cometer. A nosotros, los “millennials”, ya nos bajaron de categoría muchas veces, pero el tiempo nos está dando la razón, porque demostró que Internet no solo sirve para hacer pavadas, también sirve para cambiar, mejorar y decir aquello que está mal. Y está mal que jueguen con la educación, que osen envenenar las arterias de los cimientos del país: las escuelas, colegios y universidades.

Todos esos errores de los arriba, los vamos a decir, y quizás esta vez en la UNA no ocurrió lo que se esperaba por parte de los estudiantes, pero con unos chicos tan bien armados, ojo que no va a durar mucho tiempo el baile. Así confío y seguro también los de mi generación.

Por Ayelén Díaz Chaparro (20 años)

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