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“Ay, te vas a enojar pio, estoy bromeando nomás”, es típico escuchar del joven que hizo un comentario picante luego de notar que la persona aludida se molestó por lo dicho. Hacer chistes para pasar el rato es normal entre compañeros de trabajo o de la facu. Pero, ¿qué sucede si la broma pasa la delgada línea y termina hiriendo al otro?
Se suele comentar que los chistes siempre tienen un poco de verdad sobre lo que una persona piensa de otra. Todo lo que alguien no se atreve a decir de frente lo puede expresar y posteriormente bajarle un “estoy bromeando nomás”.
Existen personas que, con la intención de ser un poco más polémicas y picantes, se atreven a ir un poco más con los chistes, pero al darse cuenta de que hirieron a otras piden disculpas. Por otro lado, están los jóvenes que tiran las indirectas disfrazadas de bromas intencionalmente para hacer sentir mal al otro.
En las redes sociales, todos los días encontramos fotos y videos graciosos que nuestros amigos comparten. Quizá nunca te detuviste a pensar que detrás de eso que te causa risa puede existir alguien que se siente mal y avergonzado.
Además, con las herramientas que tenemos a mano muchas veces nos convertimos en propios creadores de memes con la foto que tomamos de una persona que se encontraba desprevenida. Sin embargo, cuando esto pasa, es importante pensar en algo: la línea que diferencia un chiste de un insulto es muy delgada.
Quizás lo que para vos es un buen chiste, para otros puede ser una ofensa, por lo que a la hora de hacer un broma debés pensarlo varias veces. No pongas en la cuerda floja una amistad por un comentario pesado y poné en práctica la frase “trata a otros como quieres que te traten a ti”. No hagas que tu friend tenga que hacer una mueca fingida para la vista de todos mientras su corazón se curuvica en mil pedazos por el chiste malo que dijiste.
Por Rocío Ríos (18 años)