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"Juancito enterró a su suegra boca abajo, ¿por qué lo hizo? Por si se le ocurre resucitar, al querer salir de la tierra, irá más abajo". Escuchar la expresión: "Uh ja ja ja, ¡eso estuvo fuerte!" luego de que alguien diga un chiste, es el detector perfecto para reconocer el humor negro. Muchas veces, en la ronda de amigos surgen comentarios satíricos sobre temas delicados como desgracias ajenas, tragedias o bromas acerca del color de la piel.
Al verle el lado jocoso a un asunto que debería dar lástima o pena, se suele percibir cómo varias personas se ofenden. No obstante, están quienes no ven insulto alguno en reír sin dar mucha importancia al contenido.
Jonathan Swift, escritor irlandés, es considerado el precursor del humor negro. Este hombre ha redactado varios libros que dieron realce a su nombre en el mundo de la jocosidad picante. En su obra "Una modesta proposición" sugiere a las personas pobres que tienen hijos y no pueden mantenerlos que simplemente los vendan a los ingleses para que estos se los coman. La lista de autores que llevan la alegría ácida en la tinta sigue con Thomas de Quincey, Ambrose Bierce y Giannina Braschi, entre otros.
La televisión tampoco se salva del toque de humor negro, pues hay series animadas que en ciertos capítulos te dejan con los ojos abiertos y una sonrisa cómplice debido a la "bomba cómica" sobre el racismo, discriminación, asesinatos, discapacidades o alguna tragedia. South Park y Family Guy son ejemplos claros, ya que seguro en algún momento te sacaron una risa ante un comentario picante acerca de un tema que se debería tocar con pinzas.
Sin embargo, hay personas que no ven el lado cómico cuando el eje es una desgracia. Muchas veces, las facciones contraídas y la frase "cómo podés reírte de eso" no se hacen esperar, por lo que hay que prestar atención al tipo de público antes de decir una broma pesada para no herir a nadie. El objetivo del humor negro solo es sacar risas a costa de las desdichas ajenas con el fin de desdramatizar un poco la vida. Decía Charles Chaplin: "A fin de cuentas, todo es un chiste", como cuando un alumno le dice a su docente, de piel oscura: “Profe, ¿podría ser más claro?”
Por Rocío Ríos (18 años)