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“El trabajo de un socorrista es más complicado que el de un médico, ya que el profesional de blanco posee herramientas para auxiliar a un accidentado, pero el voluntario debe improvisar y hacer magia con lo que tiene a mano”, expresa Cristian, quien, además de ser bombero, se desempeña en el Departamento de Socorro de la Cruz Roja Paraguaya.
Cristian comenta que, cuando era pequeño, fue testigo de un percance vehicular en compañía de su madre y al ver cómo los socorristas auxiliaron al accidentado nacieron sus ganas de ser voluntario. “Desde que dimensioné la importancia de una persona que ayuda a los demás quise ser parte de la Cruz Roja; entonces, cuando visitaron mi escuela en una charla, me apunté y a los 12 años me inicié en esto”, relata.
“A medida que conocía el mundo de un socorrista, más me emocionaba”, menciona Cristian. Asimismo, detalla que siempre asistía a las prácticas y que esperaba ansioso el momento de trabajar en un ambiente real. “Recuerdo que cuando fui a Caacupé para mironear, llamaron por radio a nuestro móvil para avisar que hubo un accidente en el que un auto volcó. El paramédico, chofer y voluntario me dijeron que vaya de tripulante; yo me quedé en blanco, pero obvio que acepté”, cuenta.
Manifiesta que en ese momento sentía una mezcla de emociones, ya que quería experimentar pero también tenía miedo de equivocarse. “Cuando llegamos al lugar del accidente, visualicé que una chica estaba atrapada; el paramédico quería entrar al auto pero no cabía, así que me dijo que me preparara porque iba a ser yo quien daría los primeros auxilios”, recuerda.
Así también, asegura que todo el trabajo es bajo presión, ya que la vida de otros depende de cada movimiento que hacés. “Debés actuar bien y rápido porque cada segundo que pasa es crucial”, declara Cristian. El mismo, además de ser bombero y voluntario, estudia enfermería; su deseo es especializarse en traumatología.
Asimismo, afirma que de esta labor no se vive, sino que se sobrevive. No obstante, confiesa que escuchar que le digan a sus padres que su hijo es un ejemplo a seguir en el barrio lo motiva bastante. “Yo no hago esto para tener reconocimientos, sino por querer servir a la ciudadanía, pero claro que me enorgullece que otros valoren este noble trabajo”, menciona.
Además, comenta que hoy en día para encontrar jóvenes que incursionen en el voluntariado es díficil porque, por un lado, muchos no quieren “perder el tiempo” y, por el otro, están a los que les gustaría, pero, como no tienen el apoyo de sus padres, abandonan la idea. “Entiendo que las mamás digan que es peligroso ser socorrista, pero ver que hiciste un bien a tu prójimo no tiene precio”, finaliza.
Por Rocío Ríos (18 años)