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No se puede estar en desacuerdo con la postura de las personas que van en busca de la igualdad entre el hombre y la mujer. Todos tenemos los mismos derechos y obligaciones, pues cada uno pertenece a la misma especie: la humana.
Todos los asesinatos son repudiables y merecen el castigo correspondiente, no importa si un hombre mató a una mujer o viceversa. Tras las tragedias ocurridas en las últimas semanas, se vio en las redes sociales una avalancha de opiniones de feministas que tenían todo menos sentido.
El fanatismo por ser feminista llega a un punto en el que no deja ver la realidad a una persona; utilizando simple lógica, un asesinato es totalmente indefendible y más aún en un caso como el de Raquel, la joven que mató a su pareja de 14 puñaladas.
A pesar de la contundencia de la noticia, varias mujeres afirmaban que la víctima era Raquel, que ella recibía malos tratos por parte de su novio y que no le quedó más remedio que meterle 14 cuchillazos en todo el cuerpo. Sí, así de ilógica puede llegar a ser la gente fanática; si una mujer que mata a su pareja y confiesa con lujo de detalles lo sucedido es la víctima, entonces, ¿el varón es el victimario?, ¿dónde está la igualdad?, ¿cómo se calificaría si pasaba al revés?
La “casa del horror” es otro ejemplo: un joven confesó ser el autor de un quíntuple homicidio, en el que asesinó a un hombre, dos mujeres y dos menores; las feministas confirmaron sin dudar que lo que había sucedido se trataba nada más y nada menos que un feminicidio. No sólo bombardearon al sexo masculino a través de las redes sociales, sino que también organizaron movimientos para repudiar lo que sucedió, sin mencionar en ningún momento que también habían muerto un hombre, un niño y una niña.
Está claro que muchas feministas perdieron el rumbo de lo que realmente significa defender la igualdad de género. Es cierto, nuestro país es machista en muchos aspectos; pero cuesta pensar que un hombre, en pleno uso de sus facultades mentales, pueda defender un asesinato que realiza otro. La lucha constante por recibir el mismo trato llega a una exageración que penetra la razón y la lógica de muchas mujeres y las lleva a tomar decisiones o decir cosas que no tienen un fundamento real.
Los seres humanos tenemos que tratar de no diferenciarnos los unos de los otros, ya que todos somos iguales; no importa si naciste varón o mujer, si sos alto o bajo, gordo o flaco o de qué color sea tu piel, al final, cada uno nace y muere al igual que todo el mundo. Mientras estemos en la Tierra, vayamos en busca de que el trato sea igual para todos, sin prejuzgar a nadie ni defender a alguien sólo por conveniencia o fanatismo, seamos justos y honestos a la hora de hablar de otra persona, independientemente de su sexo, y mantengamos siempre la cordura ante cualquier situación que tengamos enfrente.
Por Diego Benítez (18 años)