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Muchas personas no pueden comprarse un auto o no tienen la posibilidad de que sus padres le acerquen a su facultad o colegio y, por eso, deben viajar en colectivo. Sin embargo, hay gente que ve esta falta de suerte como una oportunidad, pues, mientras vive una aventura en el bus, estudia.
Aprender en el colectivo significa tener habilidad para que se te quede en la memoria lo que estás leyendo. Así también, es saber sobrellevar miles de complicaciones, pues en el bus ocurren hechos que algunas veces no colaboran con las ganas de estudiar.
Cuando más ganas tenés de aprender, siempre se sube la señora con cinco hijos que te observa como perrito triste para que le cedas tu asiento a su hijo más akã hatã. Si no le das tu lugar, lo más probable es que te mire mal todo el camino o que se pare enfrente tuyo y te ponga su cartera en la cara, dificultando tu concentración.
Otra cosa que suele ocurrir cuando estás estudiando en el bus es que se suben dos señoras chismosas que hace mucho tiempo no se veían. Las amigas se cuentan todo lo que han hecho durante ese lapso que no se encontraron; esto dificulta que memorices las 50 preguntas del cuestionario que nunca miraste.
Por otra parte, los jóvenes descubrieron métodos para poder estudiar en el bus. Por ejemplo, si venís parado, tenés que poner tu mochila recostada en un hombro, usar un brazo para agarrarte del barrote de hierro y utilizar la otra mano para sostener el libro que vas a leer. Esta técnica cuesta bastante, pero con la práctica uno la aprende.
Los vendedores de chicles, gaseosa o chipa no pueden faltar en los buses; por eso, cada vez que pasás el mercado de tu ciudad, te resulta imposible estudiar. Algunos utilizan la técnica de ponerse los auriculares para solucionar este problema, pero, en vez de concentrarse en lo que estaban leyendo, terminan cantando las músicas que suenan en sus celulares.
Cuesta mucho estudiar en los colectivos, pero de alguna forma hacés para poder leer las 150 páginas de tu libro de Historia que tenés que rendir en unas horas. No es lo académicamente más recomendable; sin embargo, se trata de un buen modo de aprovechar el tiempo que perdés viajando en el bus.
Por Joaquín Tandé (18 años)