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Según un estudio realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un 11,2% de nuestros ciudadanos sufre de malnutrición; este porcentaje nos ubica entre los diez países que peor se alimentan, un lugar abajo de Venezuela, que posee un 11,7% de subalimentación entre sus habitantes. Asimismo, conforme a otros datos de la FAO, el 5,6% de los niños menores de cinco años padece de retrasos en el crecimiento a consecuencia de la desnutrición.
Si bien estas cifras parecen pequeñas comparadas con las de países que lideran la lista de subalimentación (Haití, Bolivia, Nicaragua y Guatemala), resulta preocupante que tal cantidad de compatriotas se vean obligados a subsistir con un vacío en el estómago asfixiándolos. Los números mencionados reflejan que aproximadamente 812.000 paraguayos se encuentran pasando hambre.
El estudio tuvo en cuenta todos los tipos de malnutrición; es decir, aquella que se presenta por la imposibilidad de conseguir alimentos y la que ocurre por no consumirlos de manera sana. Esto se suma a las cifras publicadas el año pasado por el Sistema de Vigilancia Sanitaria del Ministerio de Salud, las cuales mostraban que alrededor del 12% de los niños paraguayos pasan hambre.
Si se dejan de lado los porcentajes y las cifras, salen a la luz los rostros de personas mal cuidadas, cuyos ojos contienen la realidad del país, en todo el peso del término. Por las pupilas de estos compatriotas pasan el despilfarro y las exageraciones de unos pocos, así como la “buena vida” y el arduo trabajo de la clase media y, finalmente, en su propia carne perciben el amargo dolor de huesos y de cabeza, ocasionados por la precaria alimentación que se pueden permitir estos ciudadanos.
Todas nuestras malas acciones, por pequeñas que parezcan, afectan de una u otra manera a la sociedad; entonces, podemos decir que parte de la culpa de la desnutrición es nuestra. Aunque exista un “descenso” en los porcentajes de desnutrición en el país, queda mucho por hacer para salir del top 10 de las naciones peor alimentadas de nuestro continente.
La queja ante la marcada diferencia entre un sector y otro de la sociedad aumenta al caer en la cuenta de que tantas personas no pueden alcanzar un nivel básico de alimentación. Y, aunque parezca repetido el reclamo, duele ver que unas cuantas personas se embolsan ilícitamente, de la forma que sea, una suma de dinero tan grande que podría mantener gordita y contenta a la gran mayoría de esas personas malnutridas.
Por Belén Cuevas (16 años)