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La tierra de las dulces guaranias y el delicado ñandutí tiene una riqueza natural envidiable, pues según datos de la Secretaría Nacional del Ambiente (SEAM), en los ecosistemas paraguayos habitan alrededor de 169 especies de mamíferos, 709 tipos de aves, 357 clases de reptiles, 937 variedades de peces y cien mil invertebrados.
Por otra parte, a causa de la deforestación, la contaminación, el comercio ilegal de animales silvestres y la caza furtiva, muchos de estos seres vivos se encuentran a un paso de caer de la cuerda floja de la extinción y abandonar para siempre nuestra tierra. Alrededor de 1.070 especies, que habitan nuestros ecosistemas, están amenazadas.
Igualmente, según los datos de la SEAM, 19 de estas especies de animales se encuentran en peligro crítico de extinción, categoría que engloba a los seres vivos cuya población ha disminuido entre el 80 al 90%, en los últimos 10 años. La nutria gigante, el puma, el jaguareté y el mboi jagua son parte de la fauna que corre altos riesgos de desaparecer.
Debido a nuestra inconsciencia y la tala indiscriminada de árboles, un exótico animal como el pájaro campana ya es considerado en peligro de extinción por los ecologistas. El rítmico canto del “guyra campana” podría desaparecer de la orquesta de la naturaleza guaraní y, únicamente, vibrar en las cuerdas de un arpa en honor al emblemático Félix Pérez Cardozo.
A nivel mundial, el destino de muchos seres vivos es poco alentador. Un informe de la Organización de las Naciones Unidas reveló una proyección devastadora, ya que un millón de especies animales y vegetales, de todo el planeta, están en peligro de extinción.
Asimismo, un estudio elaborado por ecologistas de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, pronostica que, en el 2070, la actividad humana y el aumento del uso de las tierras reducirán los hábitats naturales y causarán la desaparición de 1.700 especies de animales.
En un futuro no muy lejano, si la humanidad no deja atrás el egoísmo y la inconsciencia, muchos animales existirán solo en los museos y en las memorias de la madre naturaleza. Quizás, cambiaremos de actitud únicamente cuando se cumpla el famoso proverbio de los indios norteamericanos cree “solo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado y el último pez atrapado, el hombre se dará cuenta de que no puede comer el dinero”.
Esperemos que eso no ocurra pues, seguramente , el sabor del billete no ha de ser muy sabroso.
Por Agustina Vallena (19 años)