El guiso de tu mamá y el vori vori de la abuela son manjares incomparables

El aroma de la salsa que se expande por cada rincón de la casa, los ingredientes que le dan un sabor característico y el amor de mamá y de abuela hacen que la comida casera no tenga competencia. Nada te pone tan feliz como los alimentos del hogar.

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Comer empanadas o asaditos en la calle, tal vez, resulte satisfactorio para tu alma de gordito o apetito voraz de flaquito, pero nada causa tanto placer como saborear los tallarines de tu mamá o disfrutar el vori vori de gallina casera de tu abuela. Los alimentos de tu casa, además de poseer un delicioso sabor, son mucho más saludables que la comida rápida que encontrás en la vía pública.

Disfrutar de una comida en casa es, como se dice actualmente, "otro level": te sentás tranquilo a disfrutar cada bocado y llenás tu estómago en la cómoda mesa familiar. Por otro lado, cuando almorzás o cenás en un bar o en algún puesto de comida rápida, tenés muchas personas a tu alrededor y múltiples distractores que atentan contra tu apetito.

Las milanesas caseras están hechas por alguien que conocés muy bien; sabés qué ingredientes se utilizaron, tenés la seguridad de que estos fueron correctamente higienizados y existe la certeza de que todo pasó por un lento y seguro proceso de cocción. Nada fue elaborado "peicha peichante".

Mamá y abuela son el punto de referencia a la hora de degustar cualquier alimento nuevo. Cuando vas a comer fuera del hogar, comparás cada mínimo detalle del menú con los preparados de tu madre. Te fijás en que el color de la salsa sea semejante al que elabora tu progenitora y criticás cada aspecto que no se parezca a los platillos caseros.

Quienes elaboran las sopas, las chipas y los mbejus que comés en las fiestas de San Juan ni siquiera pueden lustrar los zapatos de la abuela. La mamá guasu se caracteriza por su extraordinario talento para preparar las comidas típicas de la forma exacta en que gustan a los nietos; estos, a veces, no se animan a comer un pajagua que no sea de su tata.

En ocasiones, intentás cocinar de la misma forma que te enseñaron tu mamá y tu abuela; sin embargo, aunque le tires todos los tomates que compraste de la verdulería y sigas cada uno de los pasos que ellas te mostraron, la salsa no te sale tan roja como querés.

Después de mucho tiempo comiendo fuera de casa, nada te parece tan apetecible como los preparados de tu madre; los alimentos nunca llegarán a ser tan sabrosos como el guiso de fideos de la mujer que te dio la vida o la deliciosa y humeante chipa guasu de tu abuela. Lo más glorioso es sentarte a la mesa con un plato de ñoquis casero de tu mami y poder disfrutar de su sazón inigualable.

Por Belén Cuevas (16 años)

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