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Cuando son pequeños, los niños hacen travesuras y se divierten creando alboroto en la casa, pero todo tiene un límite y, cuando lo traspasan, deben ser reprendidos. Antes, la zapatilla de mamá o una ramita de guayaba, como por arte de magia, provocaban que los pequeños se comportaran correctamente por temor a un castigo.
Actualmente, los padres ya no utilizan estos métodos como herramientas para educar a sus hijos. Los smartphones, el internet y las redes sociales se han convertido en la debilidad de sus pequeños, lo que provoca que, en ocasiones, no presten atención a las indicaciones de sus papás.
Si un adolescente se queda sin acceso a internet o a las redes sociales, para él, su vida pierde sentido, pues no podrá comunicarse con sus amigos por un tiempo. Por ello, muchos padres deciden castigar a sus hijos cuando no tienen el comportamiento que deberían, restrigiéndoles el acceso al mundo virtual.
A veces, los padres no quitan el celular o el internet a sus retoños; sino que, simplemente, les sacan el cargador del móvil y, cuando se acaba la batería del smartphone, comienza el castigo. Es una tortura para los adolescentes ver el porcentaje del celular disminuir minuto a minuto y no por hacer nada al respecto.
Hace unas semanas, se viralizó el video de unos padres que decidieron castigar a sus hijas de una forma creativa: tomaron posesión de sus smartphones con la promesa de que serían devueltos cuando terminen unos sencillos bordados de flores. Las chicas, al notar que no podían culminar la manualidad correctamente, pidieron a sus papás que recurran al tradicional cinto para reprenderlas.
Las imágenes en Facebook también son herramientas de apoyo para la educación de los hijos. Hay padres que deciden sacar fotos a sus retoños con carteles que expresan las faltas que han cometido para que no lo vuelvan a hacer.
Los adolescentes conocen sus derechos y, por eso, sus padres no “pueden tocarlos”. Sin embargo, eso no evita que puedan reprenderlos y corregirlos cuando lo crean apropiado. No siempre se necesita de la zapatilla y la rama de guayaba para poner orden en la casa, pues con un buen diálogo es posible enderezar a los menores.
Por Divina Alarcón (18 años)