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Los parques asuncenos, en épocas pasadas, eran lugares donde las familias podían ir a recrearse, los niños jugaban en los espacios verdes y las parejas paseaban por los camineros bajo los árboles. Actualmente, recorrer algunos sitios como el Parque Caballero es una aventura extrema apta solo para valientes debido a la cantidad de presuntos delincuentes presentes en la considerada “zona roja”.
Nuestros abuelos cuentan que alguna vez disfrutaron una tarde calurosa de diciembre en una piscina pública con sus vecinos y amigos. Aunque suene a fantasía, los jóvenes de décadas anteriores tenían la oportunidad de refrescarse e incluso aprender a nadar en la pileta olímpica del parque Bernardino Caballero.
Si le preguntás a tus padres o abuelos, es probable que recuerden el antiguo parque como un lugar bastante bello, con muchos árboles que ofrecían sombras agradables e incluso una piscina olímpica en la que los chicos podían recrearse. También contaba con lagos artificiales en donde se podía visualizar peces de distintas especies y plantas acuáticas, tenía su propio puente colgante donde los niños podían disfrutar de la vista. Actualmente, este espacio quedó en el olvido y pasó a ser un criadero perfecto de mosquitos y más de un “pibechorro”.
Hoy en día, el simple hecho de pasar frente al parque Caballero provoca que el corazón se te acelere, las manos te suden e incluso invoques a tu ángel de la guarda para que no te roben tu celular, billetera o calzado. A pesar de los intentos de recuperación y el control de la Policía, el parque sigue siendo considerado una zona roja, por la cantidad de asaltantes que se refugian allí.
Hace poco, la Municipalidad de Asunción prometió recuperar y ampliar el parque hasta la costanera asuncena. Actualmente, los planes de mejora se ven afectados por la presencia de los damnificados por la crecida del río, ya que algunas familias no quieren trasladarse a otro lugar.
En 1930, Natalicio González contaba en uno de sus escritos que el Parque Caballero era un lugar que ofrecía paisajes encantadores y en donde la fresca brisa del río corría por las avenidas. Lastimosamente, hoy día solamente queda imaginar lo majestuoso que fue como cuentan los que vivieron y disfrutaron de la época dorada del parque.
Las basuras acumuladas, los grafitis en los pilares y una sensación de inseguridad han convertido el Parque Caballero en un lugar de marginados. No se debería permitir que un sitio histórico tan importante y saludable se pierda a causa de la inacción municipal y ciudadana. ¿Cuánto tiempo más debemos esperar para volver a caminar tranquilos y disfrutar del espacio que ofrecía este emblemático lugar?
Por Divina Alarcón (18 años)