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“Aquel que conoce el poder de la palabra presta mucha atención a su conversación. Vigila las reacciones causadas por sus palabras, pues sabe que ellas no retornarán al mismo punto sin haber causado su efecto”, es lo que afirma la artista, profesora y filósofa Florence Scovel Shinn. Deja un claro mensaje de que todo lo que decimos, sea bueno o malo, puede tener un gran impacto en los demás.
Normalmente, solemos pensar que las heridas solamente se dan por medio de golpes físicos; no obstante, también podemos lastimar a otras personas con nuestras palabras, pues éstas tienen gran poder e influyen en quien las recibe, ya sea para bien o para mal. Todo lo que decís penetra en las emociones de los demás, así que, sería más efectivo que empieces a incluir las buenas expresiones en tu vocabulario.
Es difícil notar cuando una persona sufre a causa de los comentarios ofensivos, porque no dejan cicatrices o heridas en el cuerpo; sin embargo, la persona aludida sufre por dentro. El rechazo, la baja autoestima, la tristeza y el miedo se hacen presentes ante este tipo de situaciones.
Un simple comentario de tu mamá, como “mirána cómo estudia tu hermana, ¿por qué no sos así también?”, puede dañarte y mucho. Quizás ella no lo haga con mala intención y en el momento no signifique nada para vos, pero, con el tiempo, puede abrirte una pequeña herida. Pensá antes de decirle a tu compañero “qué bobo sos, chera'a” y, con más razón, si vas a decirle a una mujer que está “un poco gordita”, porque no sabés de qué manera lo pueden tomar.
Las ofensas las podemos decir entre risas, enojados, tal vez suavemente o gritando, no importa cómo, pero lo hacemos. ¿Por qué no empezamos desde ahora a usar las mejores expresiones hacia los demás? Una simple frase como: "¡Qué linda viniste hoy!" puede alegrar el día de una mujer desanimada o un "¡qué bien te mantenés!" puede generar una franca sonrisa en un señor de cuatro décadas.
Por Valeria Candia (19 años)