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Viajar en bus es realmente un caos; los ómnibus internos que te acercan a las rutas principales se demoran mucho. Además, algunas veces, se detienen en las estaciones de servicio para cargar combustible; esta acción está prohibida y, a la vez, te hace perder un valioso.
En la parada de los colectivos, desde temprano hay un montón de personas esperando su línea para llegar a hora a su lugar de trabajo o estudio. Pero, en vano madrugaste porque los ómnibus vienen llenos y los choferes ya no alzan a más pasajeros.
Te toca esperar otro colectivo en el que conseguís un lugar en la estribera y viajás colgado, decís para darte fuerzas, “mba´e jajapóta”; tenemos que cumplir con nuestras responsabilidades y una de ellas es tratar de ser puntuales. Corremos el riesgo, pero ese es el servicio que las empresas de transporte ofrecen al pueblo.
Además de viajar incómodo y expuestos al peligro, el chofer está argelado y te reta porque no pagás con el importe justo. Dice que te va a dar tu vuelto enseguida, pero teniendo tantas cosas en la cabeza, se te olvida pedirle tu dinero y recién cuando te bajás te acordás que se quedó con tu plata.
Los conductores de los buses diferenciales no te perdonan ni 100 guaraníes, pero sin drama te cobran G. 3.500 cuando no tienen sencillo para el vuelto. Todo esto, sumado al hecho de soportar el tráfico infernal, es parte de la realidad que atravesamos los usuarios del transporte público.
Como ciudadanos con fe en la patria, seguiremos esperando que los buses chatarras dejen de circular y los servicios de transporte puedan mejorar sustancialmente.
Por Sahori Vallejos (17 años)