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Soy Juan, amo el fútbol y salir con amigos. Mi sueño es ser un jugador profesional pero algo me limita: padezco insuficiencia renal. Solo quiero que alguien me dé la oportunidad de volver a vivir, un donador que sería un ángel para mí y para otros.
Solía preguntarme al principio el porqué debo ser yo quien sufra de esta enfermedad, pero llegué a la conclusión de que no importa encontrar una respuesta a esa pregunta; lo primordial es vencer a este mal y seguir adelante.
Desde hace 15 años, espero un riñón que me permita vivir normalmente y que dé un giro de 180 grados a mi realidad, pero... nada.
Tres veces por semana debo trasladarme a un centro especializado en el que me practican una diálisis, un proceso que dura cuatro horas en el cual me quitan toda la sangre, la pasan por una máquina que la limpia y me la vuelven a poner. Este procedimiento más que doloroso se convierte en algo obligatorio para mí porque, si no lo hago, puedo morir en pocos días. Mi esperanza nunca desaparecerá, pero mi "mochila" se vuelve cada vez más pesada desde la muerte de mi madre y mi abuela, a causa de la misma enfermedad.
Mi sueño es que alguien me devuelva la vida beneficiándome con un transplante para poder sentirme completo. Me gustaría que la gente se dé cuenta del generoso gesto que puede hacer en el momento más difícil.
La anterior puede ser una de la tantas historias de jóvenes que día a día luchan para sobrevivir mientras esperan un corazón, pulmón o riñones. La tasa de donación de órganos en Paraguay es de apenas tres personas por cada millón de habitantes, cuando en la región el promedio es de 12 por millón.
Este gesto de solidaridad y humanidad va rompiendo con los tabués cada vez más. Décadas atrás, algunas personas creían que si uno es donante, cuando tenga un accidente, los médicos dejarán que muera sin siquiera ayudarlo. Una idea absurda que felizmente se va superando.
Muchas personas esperan la posibilidad de un trasplante para salvar o mejorar su calidad de vida. Algunas de ellas son pacientes terminales, con dolores en órganos como el pulmón, corazón o hígado. Otras tienen insuficiencia renal y deben dializarse para soportar la espera de un trasplante.
Para ser donante, uno solo debe ser mayor de edad y acercarse al Instituto Nacional de Ablación y Trasplante (INAT); los trámites son gratuitos. La persona puede donar sus órganos firmando el acta de donación de órganos y materias anatómicas o, si la familia lo autoriza, luego de su fallecimiento.
¿Sabías que al morir podés dar vida hasta a 8 personas? Sí, un voluntario puede donar: 2 córneas, 1 corazón, 2 pulmones, 2 riñones y 1 hígado.
Un trasplante, para los pacientes, significa la posibilidad de volver a a vivir, trabajar, estudiar, disfrutar de los seres amados y pensar en el futuro. En cualquier momento de la vida podemos estar en uno u otro lado del proceso, así que no seas indiferente, la donación de órganos es la prueba palpable de que existe vida después de la muerte.
Por Rocío Ríos (18 años)