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Durante las últimas semanas se estuvo hablando mucho en los medios de comunicación acerca de Marcelo Pinheiro, alias “Piloto”, un narcotraficante y presunto líder de Comando Vermelho. El mismo había sido detenido en diciembre del año pasado.
Marcelo Piloto estaba siendo buscado por la justicia de Brasil para cumplir 15 años faltantes de condena de los 26 a los que había sido penado. Pinheiro también fue acusado de traficar armas y drogas, como un caso de homicidio.
¿Por qué Piloto tenía tanto afán en quedarse en el país y no volver a su tierra natal? Simple: las cárceles paraguayas son un paraíso para los delincuentes extranjeros, porque aquí la privación de libertad está llena de privilegios. Marcelo tenía en su poder un teléfono celular, utensilios punzantes, como el que había utilizado para el asesinato de Lidia, y los jueces y fiscales, en algunos casos, con unos billetes extras logran ver la aureola brillante en el mismo diablo.
Tanto era el deseo de quedarse en nuestro país que el mismo manifestó haber cometido varios crímenes dentro del territorio nacional como homicidios y tráfico de drogas; también afirmó recibir protección policial y solicitaba ser investigado por esos hechos. Sin embargo, la extradición parecía ser el único destino para el peligroso criminal.
Lidia Meza era una joven de 18 años que, aparentemente, cayó en una red de prostitución; la misma había ido a visitar por segunda vez a Piloto; sin embargo, no volvió a salir con vida de la Agrupación Especializada. Ella fue golpeada y quedó inconsciente, seguidamente Piloto la apuñaló 16 veces y luego avisó a uno de los guardias que había tenido una pelea con su visita, por lo que la mujer fue trasladada al Hospital de Barrio Obrero, donde se constató su deceso.
El narcotraficante había utilizado el asesinato de la joven como su garantía de estancia en el país. No obstante, la peor pesadilla de Pinheiro se había concretado, pues por orden del presidente de la República fue expulsado y enviado al Brasil.
El hecho ocurrido dentro de la Agrupación Especializada dejó en ridículo a las autoridades de la institución, pues no solo se refleja el total desinterés e inacción de los miembros de seguridad, sino también demostró que ni en un cuartel de policías podemos estar seguros; en nuestro país, la tolerancia cero se invalida ante el deseo de los criminales.
Ante el trágico hecho, padres de Lidia exigen no solamente que se haga justicia por la muerte de su hija, sino también que se investigue la red de prostitución en la que había caído la joven, pues, de no ser así, muchas chicas más terminarán de la misma manera.
Esperemos que con los humillantes hechos ocurridos y la destitución del comandante y subcomandante de la Policía Nacional, la institución empiece a recobrar la seriedad necesaria para garantizar la seguridad y volver a ganarse la confianza del pueblo, pues, luego del fatal hecho, la imagen de la misma quedó terriblemente manchada.
Por Divina Alarcón (18 años)