Actuar bien o expresar tu enojo, la difícil decisión que tomás día a día

El diablito del hombro izquierdo te dice que seas violento y expreses tu ira, mientras que, en el lado derecho, el angelito se alarma y te reclama autocontrol, ¿a quién escuchás? A veces, guardar la calma se convierte en una difícil decisión.

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Un compañero lleva media hora burlándose por un pequeño error que cometiste, pero sus bromas pesadas ya están saturando tu paciencia y, para colmo, justo te levantaste con el pie izquierdo y no tenés humor para nada. Estás enojado, pero te callás, fingís una sonrisa y guardás tu enfado en una cajita.

En la novela "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde", de Robert L. Stevenson, se produce una separación entre el lado bueno y el malo de la personalidad de un científico, el Dr. Jekyll, quien es visto ante la sociedad como un hombre de bondad infinita. No obstante, andando por callejones solitarios en la noche fría, es conocido como Mr. Hyde, una persona bestial, capaz de cometer atrocidades sin que le tiemble un solo cabello.

En el relato el Dr. Jekyll sostiene la teoría de que la maldad es reprimida por los parámetros de la sociedad. Esto grafica la situación de muchas personas que, a veces, se sienten obligadas a ocultar su enfado para que nadie les diga “¡Ay!, por eso no te podés enojar”.

Hay veces en las que te encantaría expresar tu furia, pero no podés porque algo te dice que lo mejor es mantener la calma. Sin embargo, cuando dejás salir tu enojo, este quiere seguir fluyendo y, si no sabés controlarte, la malicia sale a la luz poco a poco, hasta que se hace enorme y te consume.

La leyenda china del Yin y el Yang, que significa “oscuro y brillante”, sostiene que en todo lo bueno existe algo malo y en cada sentimiento de maldad reside uno de bondad. Esto implica dos cosas: ni el ser humano más vil escapa de tener un lado sensible, así como la persona más pacífica no puede evitar tener su punto débil que, una vez estimulado de la manera incorrecta, le provoque una explosión.

Aunque haya mucha gente que decida guardarse sus arranques de violencia, la sociedad está plagada de otras personas como Mr. Hyde, quienes hacen caso al instinto violento y lo dejan brotar a torrentes. Uno puede darse cuenta de la gran depravación que existe al observar un noticiero y oír las desgarradoras historias de crueles violaciones y homicidios provocados por el enojo de una persona.

Cada quien decide si desea ser un Edward Hyde y ceder ante sus impulsos bestiales, hasta que estos se apoderen de todo lo bueno que hay en el interior, o prefiere quedarse del lado de la calma y obrar de buena forma.

Por Belén Cuevas (16 años)

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