Acosadores en la Iglesia: ¿ya ni en los sacerdotes se puede confiar hoy?

Nadie pensaría que una persona dedicada a inculcar el mensaje del amor, la bondad y la paz fuera capaz de causar tanto daño en la vida del prójimo. Los acosadores en la Iglesia ocasionan dolor a la vida de mucha gente y nuestro país no es excepción.

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Los abusos y acosos sexuales de parte de los sacerdotes y pastores evangélicos causaron heridas incurables a lo largo de los años, tanto a nivel nacional como internacional. Los traumas psicológicos y hasta daños físicos de las víctimas perduran para siempre, a causa de las imperdonables acciones de los “representantes de Dios”.

El sacerdote Silvestre Olmedo, ex cura párroco de San José de Limpio, está siendo investigado a causa de una denuncia por acoso sexual. El religioso habla de un intento de manchar su nombre, pero sobre todo el prestigio de la Iglesia católica. Las reacciones en las redes sociales, más que nada de feministas, no se hicieron esperar. Lo de Olmedo es solo uno de los casos de denuncia por acoso que sucedieron en nuestro país.

En el año 2016, el sacerdote Estanislao Arévalos fue condenado a seis años de prisión por abusar de dos monaguillos en la iglesia del barrio San Vicente de Asunción. En 2011, en Paso Yobái, Guairá, seis jóvenes fueron obligados a tener contacto sexual por el entonces párroco Gustavo Ovelar y el vicario Francisco Bareiro, quien ya había sido denunciado ocho años antes por un acto similar.

Tiempo después, el mismo Gustavo Ovelar fue acusado de abuso sexual a un niño de 13 años, quien confesó que, por insistencia de sus padres, se quedaba a dormir en la casa parroquial los sábados, para así asistir a la misa el día siguiente y ayudar al padre. Durante cuatro meses, el sacerdote lo visitaba en las noches de esos sábados y abusaba de él.

En mayo del 2016, Gumercino Caputo fue denunciado por abuso sexual a menores de la parroquia Virgen de Carmen de Villa Elisa. En 2002, tres jóvenes denunciaron por abuso sexual al obispo de Encarnación, Jorge Livieres.

Como los casos citados, hay muchas más denuncias realizadas a lo largo de nuestra historia, pero lo que es más preocupante es la cantidad de víctimas que no se animaron a denunciar ni hacer públicos estos delitos, por miedo. Con respecto a estos casos que se producen a nivel mundial, el papa Francisco dijo que los victimarios deben convertirse, entregarse a la justicia humana y prepararse para la divina.

Pudo sucederle a un ser querido, pudo pasarte a vos, pudo haber sido cualquiera de nosotros, la situación que toca vivir a las víctimas y a su entorno es realmente terrible. Si conocés algún caso de acoso o abuso, no temas sacarlo a la luz y denunciarlo. No se puede descansar hasta desenmascarar a todo aquel que destruye la moral de tantos niños, adolescentes y jóvenes, aunque el delito se cometa en el nombre de Dios.

Por Diego Benítez (19 años)

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