¿911? Hay un hombre guapo en mi casa, ¡oh! Cancelen todo, solo soy yo

“Ya hablamos mucho de mí, ahora te toca a vos, ¿qué pensás sobre mi persona?”. Quererse y aceptarse es genial; no obstante, pensar que el mundo gira alrededor de uno mismo y que solo se escuche un yo, yo, yo en nuestras cabezas es definitivamente odioso.

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“Hoy es un bello día, pero no tan bello como yo”, es la idea que gobierna la cabeza de las personas con un alto nivel de amor propio. Demostrar que nos aceptamos como somos y que confiamos en nuestra capacidad está súper, pero con hablar todo el tiempo de nosotros y sentirnos los seres perfectos en la faz de la Tierra ya pasamos la raya.

Muchas veces nos topamos con jóvenes que lo único que realmente les importa es su belleza propia. Son estos quienes, si por ahí son tus compañeros de facu o de trabajo, te hacen reír con sus autoelogios, pero, también por el contrario, te sacan de quicio cuando su personalidad egocéntrica salta a la luz.

Para estos chicos, el tema más importante de conversación es hablar sobre ellos mismos. Así también, estos son capaces de hacer cualquier cosa que resulte hasta inexplicable con tal de ser el centro de atención.

“Demasiado engreído ya es, cualquier cosa hace para que se lo mire” es el troce que, a diario, recibe el man que flexiona sus músculos en cualquier lugar. Las chicas que no paran de mirar su reflejo en el espejo o, incluso, en el charco de agua tampoco quedan atrás.

Desde pequeños, veíamos en la tele al personaje que presumía de su porte físico. Sí, estamos hablando de JB que no es ni Justin Bieber, ni los Jonas Brothers sino Johnny Bravo. Este personaje poseía la personalidad tan presumida que hasta resultaba, en varios casos, odiosa para algunas personas. Esta actitud es la que se asemeja a los que se sienten reyes del mundo en todo momento.

Mirarse al espejo y hablar de nuestras hazañas no es malo, pero que el tema de conversación sea siempre el mismo tratándose de vos resulta agotador. Debemos demostrar que confiamos en nosotros, sin pasar la raya, ya que así corremos el riesgo de terminar convirtiéndonos en personas pesadas, egocéntricas, que solo se ganan el desprecio de los demás.

Por Rocío Ríos (18 años)

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