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“Ndasêvéima ógagui, señor lince” repite un ciudadano en un metraje viral, al tiempo que realiza payasitos en la calle. La escena que aparece en el vídeo dio que hablar en las primeras semanas de la restricción horaria. Se observa en el mismo a policías especializados que atraparon a un infractor inconsciente que salió de su hogar, obligándolo a cumplir un castigo.
No es posible hablar de casos aislados, pues la violencia ha sentado sus bases en la desesperación comunitaria y, tanto policías como ciudadanos, se han convertido en verdugos y víctimas, dependiendo del caso. Es preciso recordar que el deber del ciudadano consiste en acatar las normas sanitarias para ralentizar la transmisión del Covid-19 y no colapse el sistema sanitario. Las autoridades policíacas solo deben vigilar el cumplimiento de estas normas y, en caso de encontrar personas irresponsables, llevarlas a las instancias correspondientes.
Aplicar castigos no forma parte de las atribuciones de los distintos cuerpos policíacos, esta tarea pertenece exclusivamente a fiscales y jueces que estén facultados para determinar sanciones y grados de culpabilidad. Los linces, como profesionales especializados, deberían mantener el orden llevando al infractor de vuelta a su casa o, en el peor de los casos, a la comisaría.
El ministro del Interior, Euclides Acevedo, justificó y felicitó en diversas ocasiones "la creatividad" de los uniformados para aplicar los castigos y humillaciones evidentes en videos virales. Aunque, actualmente, Acevedo afirma que no debe haber lugar para la violencia, sus palabras de tinte autoritario en apoyo a los linces ya hicieron mella en varios internautas que, a su vez, celebran las humillaciones y la violencia ejercidas por los uniformados. El jefe de la cartera de Estado debe tener en cuenta que su lógica newtoniana de que "a cada patada, corresponde otra" solo incita más violencia.
En un país que pasó más de tres décadas bajo un régimen autoritario, tales métodos represivos no se justifican de ninguna manera y representan un retroceso hacia el período de dictadura militar. Esperemos que, tal como manifestó el ministro del interior en una oportunidad, los oficiales responsables de las humillaciones soporten un merecido proceso judicial y sean medidos por parámetros justos.
Si uno ansía volver a la época de las ventanas abiertas y aplaude las medidas represivas de los linces, no debe olvidar que la escasez de "ladrones e irresponsables" por las calles representaba una quimera pues, para compensar esta falta, había policías violentos y antiéticos que infundían temor confundiéndolo con respeto.
Por Belén Cuevas (18 años)