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En Parasite, la pobreza se presenta como un elemento inconsciente que no solo vive en busca de más ingresos monetarios, sino que anhela sutilmente la falsa dignidad que ofrece la clase alta. En un país donde los pobres solo pueden rozar a los adinerados en el contexto de la servidumbre, una familia de escasos recursos hará lo que sea para vivir a costilla de ciertas personas privilegiadas, dentro de una casa tan bien estructurada que podrá parecernos un personaje más del filme surcoreano.
Acompañada de una melodía melancólica llena de altibajos, la primera plana nos introduce a la ventana de un semisótano que da vista al asfalto y a un barrio pobre. Así, en los primeros segundos de la película, en los cuales la cámara desciende lentamente mientras se sumerge en la vivienda, se presenta la tesis a desarrollar, dando a entender que estas personas viven siempre por debajo de los demás.
El filme, que se alzó con cuatro premios Oscar, comienza a desarrollar su trama cuando Ki-woo, el protagonista, obtiene un empleo de tutor en la casa de unos millonarios. Ki-woo y su familia son muy pobres, pero eso no detiene la mañosa inteligencia con la que planean y maniobran situaciones para llegar a usurpar toda la servidumbre de la mencionada casa, como parásitos que buscan extenderse.
La pobreza puede convertirse en una moneda con dos caras muy diferentes, cuando el honor de conseguir un trabajo digno desaparece y solo queda la avaricia en su lugar. Aunque la película comienza con la búsqueda de un mejor empleo para los padres y la hermana de Ki-woo, la metamorfosis parasitaria empezó a enseñar los rostros oscuros de quienes vivieron toda su vida como insectos.
Al descubrirse el secreto que guarda aquella casa tan acomodada, la película pasa por una transformación que se aleja completamente de todo humor y risa para sumergirse sutilmente en la tensión y el suspenso que entran en medio del filme. Luego, los parásitos desencadenan el final vanaglorioso de la metamorfosis al consumar su lado oscuro en una escena tan sanguinolenta que ninguno de los personajes la querrá recordar.
El director Bong Jooh-ho, luego de quitar la aureola de romanticismo y humildad que identifica a la pobreza, retrata la maldad que puede encerrar ese semisótano que yace en lo más bajo de la sociedad. Sin embargo, aunque sea difícil decodificar el mensaje que quiere transmitir Bong ante tantos cambios de paradigmas, la trama ofrece un final que sale de lo lineal, pues se dirige hacia lo quebrado y supositivo, para así enfrentar al protagonista ante una decisión tan importante que lo llevará, al final, a desparasitarse.
Por Eliseo Báez (17 años)