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El amor está en el aire, pétalos adornan habitaciones y en los restaurantes no faltan los decorados con frases románticas. El Día de los Enamorados marca su presencia en todos los espacios sociales, pintando de un color más alegre la rutina de cada persona, sin tener en cuenta su estado sentimental actual.
Pese a todo el universo coloreado de rosa y el “felices para siempre” al lado de la persona que amamos, existe un amor diferente al presentado en las historias románticas que vemos a menudo. Ese afecto, casi impracticado por su nivel de dificultad, también necesita de constancia y cuidado, como toda relación pero, al final, paga por la indiferencia y desconoce la existencia del calor humano.
Amor a la patria, a la cultura y a la tierra que da reposo a cientos de paraguayos; el gran ausente durante las celebraciones al amor es ese cariño incondicional, que traspasa barreras y sigue presente incluso después de saber que las cosas no siempre son perfectas para todos. ¿Por qué resulta tan difícil mantener esa clase de apasionamiento o por qué no podemos estar locamente enamorados de nuestras características nacionales?
Nuestros representantes políticos no son los mejores, no poseemos el nivel económico más envidiable de la región, ni contamos con un sistema educativo de primera, pero preferimos enojarnos con todos y desmeritar los puntos positivos de nuestra tierra guaraní. De esta manera, con una constante crítica disfrazada de amor, las personas prefieren dar más protagonismo a los problemas sociales en lugar de contribuir a la solución de los mismos.
Así, nuestra patria carente de cariño y segundas oportunidades se ve ensombrecida por la gigante figura de la indiferencia, cuya existencia resulta más probable que la posibilidad del cariño incondicional. Antes de priorizar la propia cultura nos vanagloriamos del nivel extranjero y todas sus formas de representación, dejando en el olvido nuestras propias raíces por creer de manera errónea que no valen la pena.
Nos ensimismamos en la corrupción y los malos aspectos que envuelven nuestra patria, dando paso a la descomposición de un posible cambio por creer ciegamente en las negatividades y no en la lucha por cambiar los errores. Este viernes celebramos el Día de los Enamorados, del cariño ilimitado y de la eterna felicidad por tener una media naranja con quien compartir, pero no deberíamos olvidar el amor que le debemos a nuestra nación y con el cual podemos contribuir a su mejora ya que, después de todo, quien quiere de verdad busca el bienestar y progreso del objeto de su amor.
Por Macarena Duarte (18 años)