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Las carreras profesionales de vehículos son un deporte sumamente atractivo, en el que la audacia y la velocidad, junto al rugir de los motores, brindan un gran espectáculo. Sin embargo, cuando las competiciones, sean en motocicletas o en automóviles, están fuera de las leyes, todo cambia.
“Corredores” de motos se reúnen en sus respectivas ciudades para desafiar a otros conductores en una carrera y, muchas veces, también tentar a la muerte. Sin cascos, luces ni chalecos reflectivos, los “wileros” ponen en peligro sus vidas y la integridad física de terceros en competiciones clandestinas.
Los “acróbatas” en dos ruedas se acuestan sobre sus motos y avanzan a más de 100 kilómetros por hora, haciéndose dueños de algunas avenidas y rutas. Los policías, al parecer, no pueden hacer nada, pues son superados en número. Además, si los corredores de biciclos son atrapados por los agentes de la ley, en poco tiempo vuelven a ser liberados.
El pasado fin de semana, sobre la ruta Acceso Surm en San Antonio, un automovilista atropelló a un motociclista que competía en una carrera clandestina. El chofer del rodado detuvo la marcha de su vehículo para ayudar al herido; en ese instante, el hombre fue atacado brutalmente por una turba de “wileros”.
No es la primera vez que los participantes de carreras clandestinas actúan de manera violenta; hace unos meses, la Policía Municipal de Transito realizó un control en la autopista Silvio Pettirossi, con el fin de frenar una picada de motocicletas. Los “valientes” motoqueiros desafiaban a los agentes de la ley; uno de ellos incluso le dio un golpe al uniformado, haciendo volar su gorra.
La imprudencia de estas personas ya cobró un par de vidas; aún así, parece que las carreras clandestinas no terminarán nunca. De manera urgente, la Fiscalía y los agentes de la ley deben unir fuerzas para aplicar un castigo más severo a aquellas personas que son participes de las famosas picadas.
Si no se realiza alguna acción para frenar las carreras clandestinas, no solo crecerá el número de motociclistas muertos, sino también más personas que solo circulan en las calles podrían salir heridas. Mientras el castigo no sea severo y la policía actúe de manera tibia, seguiremos escuchando casos como el lamentable hecho ocurrido el fin de semana anterior en San Antonio.
Por Alejandro Gauna (18 años)