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En muchas reuniones, los temas de interés debatidos generalmente son cuestiones relacionadas a los gustos y preferencias de cada persona, generando un ambiente ameno entre las partes, al conseguir que todas deliberen sin discutir. De esta manera, no es recomendable expresarse agresivamente en contra de una ideología o fanatismo, ya que una charla puede terminar en una batalla campal.
No obstante, ¿qué implica reservarse algunos temas al momento de relacionarnos con alguien? Nadie debe andar con la boca tapada todo el tiempo para no decir algo equivocado que ofenda a los demás, siempre que no se caiga en la intolerancia. ¿Acaso no se trata de respetar opiniones y pensamientos contrarios al nuestro, sin pretender que el otro se alinee a nuestras preferencias?
“No hay club que se compare con Olimpia” o “Todos los políticos son iguales, no deberías estresarte por votar” son solo algunos comentarios que no pueden evitar presentarse en conversaciones banales, generando que el receptor se ponga a la defensiva y exprese su fastidio. Sin embargo, la calma y predisposición para aprender de la opinión de los demás podría enseñarnos más cosas que solamente alimentar la amarga incomprensión.
Sin preverlo y manifestando desprecio hacia la opinión de los demás, un rastro de intolerancia puede dejarse entrever con simples comentarios, cuando el objetivo principal gira en torno a comunicar el error del “contrincante”. Una mínima percepción distinta a la nuestra puede desencadenar palabras hirientes que solo logran distanciar a todos, en lugar de intercambiar ideas.
De acuerdo a un estudio realizado en 66 países por los miembros de WIN Gallup Internacional, Paraguay figura entre los ocho más intolerantes del mundo, pues la mayoría de los encuestados afirmó que existen razas, religiones y culturas superiores a otras.
¿Será que observamos esa falta de aceptación, al momento de presenciar abiertamente los rechazos hacia ciertos sectores? Un ejemplo concreto de intolerancia hacia algunos grupos fue la vergonzosa actitud de los ciudadanos que apedrearon a manifestantes de la comunidad LGBTI en Hernandarias.
Erróneamente, nos dejamos guiar por nuestros prejuicios a la hora de hablar acerca de lo que es correcto o incorrecto, pensando en el otro como alguien intransigente cegado por su fanatismo y en nosotros mismos como los más objetivos del grupo. Lo único certero en situaciones similares es la variedad de razonamientos existentes alrededor de un tema; lo verdaderamente equivocado de algunas apreciaciones es el extremismo con el cual son manejadas.
Después de todo, no hay una verdad absoluta y eso se le olvida a la mayoría cuando se deja guiar por su propia afirmación, juzgando todo detrás de una cómoda intolerancia.
Por Macarena Duarte (17 años)