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Nuestra civilización actual cuenta con diferentes tipos de patrones que nos exigen adoptar ciertas formas de comportamientos como, por ejemplo, la masculinidad hegemónica. Por presión social o por cultura, a los hombres se les enseña a ser fuertes, a no llorar, por lo tanto, a ser insensibles; además de insertarles en la mente que son el sexo dominante, pues aquel que sea “todo un macho", cumple con la hegemonía tradicional.
En esta construcción social retrógrada, si no seguís los patrones de conducta que atribuyan a tu sexo masculino, socialmente, sos considerado como “kuña'i", “desviado”, “raro" u otro adjetivo discriminativo. A veces, la masculinidad hegemónica puede ser más frágil que una caja de cartón y, ante esta situación, es recomendable conocer algunos datos para deconstruir las actitudes y pensamientos impuestos por la sociedad.
“Nenita, nenita, llora como mariquita, te falta bombachita”. El paso número uno consiste en erradicar el pensamiento de que los nenes no lloran, pues como todo ser humano con sentimientos y necesidades, la sensibilidad es una particularidad que no puede evitarse. Dejar caer las lágrimas es unisex; sin embargo, aquel que expresa lo contrario refleja una masculinidad tóxica que alude a la supremacía varonil, ya que un verdadero hombre es fuerte sentimentalmente, como afirma la frase popular: “los hombres no lloran”.
Por otro lado, para la desintoxicación de este tipo de masculinidad, es necesario asumir que tanto los hombres como las mujeres son capaces de sobresalir en diferentes áreas que, normalmente, son seleccionadas para un sexo en específico. Por ejemplo, encasillar a las mujeres en el hogar, mientras que “el sostén de la casa” trabaja y aporta monetariamente, aparte de considerarse como violencia económica, es una realidad influenciada por los estereotipos, por lo tanto, naturaliza un rol “obligatorio” que el género femenino debe cumplir.
El pasado 22 de agosto, el Ministerio de la Mujer, en conjunto con ONU Mujeres, llevó a cabo un taller sobre masculinidades positivas dirigido a funcionarios públicos con el fin de concientizar acerca de la violencia contra la mujer, evidenciando que el poder que ejercen los hombres aún está patente.
La decostrucción no se consigue de la noche a la mañana, pero mientras más consciente seas de tus privilegios y hagas algo al respecto para que todos accedan a ellos, significa que tu masculinidad va avanzando de una mejor manera. No tengas miedo del color rosa, del lloriqueo, de rozarle la mano a tu amigo sin sentirte “raro” o de admirar la belleza de alguien de tu mismo sexo, pues la masculinidad sana no tiene etiquetas ni responde a limitaciones absurdas.
Por Ezequiel Alegre (18 años)