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¿Nunca sentiste que, pese a tener un cabello lacio y sedoso, te gustaba más el pelo encrespado de tu amiga o, aunque siempre te halagaron por poseer “el peso ideal”, deseabas una contextura física un poco más “rellenadita”? Estas situaciones resultan bastante conocidas para muchos, pues en varias ocasiones, alguno ya fue invadido por ese culpable sentimiento de no estar conforme con lo que tiene.
No se trata precisamente de desear compulsivamente algo que posee otra persona, sino de una leve inconformidad que sale a la luz, a través de una expresión: ¡cómo quisiera tener eso! No obstante, se queda allí, en un simple deseo, más humano que traicionero o cruel.
Por otro lado, la inconformidad es una sensación que se proyecta hasta en la percepción de nuestra historia, cuando nos toca hojear algún libro en el colegio y hacemos el comparativo del antes y después del país. "Sería lindo tener salida al mar de nuevo" o "quisiera volver a la época en que fuimos potencia regional" constituyen frases repetidas, en algún momento, entre nuestras amistades.
Somos partícipes de este sentimiento natural, incluso en nuestro día a día, cuando vemos las noticias y notamos el confort con el que viven en otros países sus habitantes, quienes tal vez cuentan con la inevitable corrupción y deshonestidad pero, en su caso, dichas acciones parecen nimiedades comparadas con las de nuestro país.
De esta manera, ansiamos el sistema educativo finlandés, la estabilidad política chilena o los castigos ejemplares a funcionarios públicos corruptos en Singapur; pero, ¿cuál es la relación de los hechos mencionados con cualquier otro anhelo banal? Que todo empieza con una simple pretensión y termina cuando nos toca decir en voz alta lo que deseamos, pues no se hace nada por conseguir o cambiar esa insatisfacción.
¿Cuál será el hechizo de esta escasa conformidad sentida de forma involuntaria en momentos menos esperados? Vivimos apreciando lo que no tenemos o vanagloriándonos de lo perdido, cuando nuestro presente se ve oscurecido por una realidad menos esplendorosa.
No en vano destacamos en estos casos expresiones similares a "no sabés lo que tenés hasta que lo perdés", englobando la esencia básica de la inconformidad. Pese a sentirnos de esa manera, todo queda resumido en una simple sensación que no nos impulsa a hacer algo al respecto pero, ¿no estará en ese simple paso, que podría sacarnos del estado de reposo a la acción, la diferencia buscada?
Por Macarena Duarte (17 años)