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La legislación vigente sobre recursos hídricos declara el acceso al agua potable como un derecho humano. No obstante, de acuerdo a datos oficiales del Ente Regulador de Servicios Sanitarios, unas 895.000 personas (16%) tienen acceso a una red de servicio del líquido vital que no posee verificación de calidad; durante el verano de este año, este organismo recibió cinco denuncias por día a causa de cortes de suministro.
Por otro lado, a partir de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del 2016, hubo un cambio en los indicadores de monitoreo de la cobertura de suministro de agua. En los censos, la figura del “acceso al agua potable” fue reemplazada por el ítem de “acceso al agua mejorada” que, de acuerdo a un estudio realizado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), podría implicar que el líquido vital no tiene un origen seguro para el consumo humano.
Con frecuencia, el acceso al líquido vital depende del nivel de ingreso económico, pues el Estado actua como garante de este derecho, siempre que el servicio de suministro pueda ser pagado por el consumidor, dejando al margen a las personas de escasos recursos. Así pues, de acuerdo a la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos, el 12% de los hogares paraguayos no cuenta con agua potable.
La polución en los cauces hídricos es uno de los factores que ponen en riesgo la calidad del agua que ingerimos. El Acuífero Patiño representa el principal abastecedor de líquido vital del departamento Central y, de acuerdo a la página oficial de la ESSAP, estudios de calidad realizados en esta reserva indican que existe contaminación de tipo domiciliario e industrial en la zona.
El agua es el recurso vital que la madre naturaleza nos regaló en abundancia, por ello es considerada un patrimonio de la humanidad que debería estar a disposición de todas las personas y no tendría que ser tratada como una mercancía más. Sin embargo, este bien común es contaminado y malgastado sin miramientos.
Con frecuencia, olvidamos que el ciclo del agua y el ciclo de la vida son uno mismo. Puede que creamos vivir en el peor de los tiempos, en términos de polución ambiental y desigualdades sociales, pero la situación no es todavía catastrófica porque aún tenemos una oportunidad de revertir la situación.
Por Agustina Vallena (19 años)