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Cerro Porteño se coronó campeón del torneo nacional de futsal la semana pasada, superando a su máximo rival: Olimpia. La fiesta pudo haber sido completa, si el partido de ida no resultaba con un fallecido en medio de disparos y actos vandálicos protagonizados por delincuentes haciéndose pasar por fanáticos del fútbol.
Los barrasbravas son un grupo de “hinchas” de determinados equipos que se caracterizan por su agresividad. Principalmente en Sudamérica, los clubes grandes cuentan con sus barras, que alientan al equipo antes, durante y después de los partidos.
Existe una conexión directa entre los cabecillas de las barras y los dirigentes de los clubes. Por la importancia que tienen estas hinchadas organizadas en cada encuentro deportivo, cuentan con ciertos privilegios concedidos por las autoridades.
Cuando faltan horas para el inicio de un juego, en las cercanías del estadio comienza un desagradable festival. Buses rebozados de gente pasan escoltados por la policía nacional y encapuchados en moto cierran el paso a los demás vehículos para aumentar la comodidad del viaje de los barras.
Durante todo ese trayecto, suelen producirse robos, gritos, peleas, intercambio de drogas y hasta armas. La policía no parece interesarse mucho en todo lo que originan los escoltados y hacen caso omiso a la infinidad de delitos que se cometen.
Una vez en la cancha, inicia el partido y todo parece fluir con normalidad. Con el correr de los minutos, la tensión empieza a subir, las sustancias ilegales comienzan a hacer efecto y los nervios afloran en el seno de las graderías.
Cuando el encuentro deportivo finaliza, estos delincuentes organizados ponen en marcha su plan, que en simples palabras, se trata de realizar comportamientos violentos. Las familias que quisieron ir a disfrutar de su equipo terminan corriendo y resguardándose del peligro, en lugar de volver tranquilamente a la casa. La fiesta del fútbol se transforma en un infierno con cada disparo de los encapuchados y la vida humana parece no tener valor para estos asesinos del deporte.
Para los barrasbravas juega mucho el orgullo, por eso, la venganza es repetitiva y constante. Cuando los de Olimpia dispararon a quemarropa a hinchas de Cerro Porteño, los barras del Ciclón no tardaron en crear un cántico jurando que las balas volverían, convirtiendo esta disputa mortal en un ida y vuelta interminable.
Es hora de que el Gobierno actúe y prive de su libertad a todo delincuente que atente contra el bienestar físico de los espectadores. Solo así, el fútbol volverá a ser un deporte para toda la familia y nuestros estadios se llenarán de fiesta y algarabía cada fin de semana.
Por Diego Benítez (19 años)