Cargando...
Cuando alguien hace referencia a la debilidad emocional o al desequilibrio psicológico de una persona, utiliza palabras alusivas al sexo femenino de la talla de “te estás comportando como una nena” o “parecés una novia histérica”. Entonces, nace una pregunta: ¿por qué todas las cualidades negativas inclinan la balanza hacia las mujeres?
El término “micromachismo” fue acuñado por Luis Bonino Méndez, un psicoterapeuta argentino que definió el vocablo como aquellas prácticas socialmente legitimadas que tienden a mostrar la inferioridad del género femenino. Probablemente, al conocer el concepto y los ejemplos más comunes, uno piense que estas acciones son confundidas con la caballerosidad y la protección marital; sin embargo, los micromachismos constituyen los átomos más pequeños que permiten la existencia de la gran masa de machismo.
Si bien el psicoterapeuta, en su estudio “Micromachismos: la violencia invisible en la pareja”, se refiere a las relaciones amorosas, muchas personas han trasladado el término a otros aspectos de la vida, llegando a caracterizar varios comportamientos “caballerosos” como “micromachismos”. Acorde a esta lógica, el hecho de que, en una relación, el hombre se niegue a que su novia costee su parte de las salidas, muchas veces, podría derivar de una cultura que ve con malos ojos la independencia femenina.
En muchos hombres, “ayudar a sus esposas en las labores hogareñas” es una actitud muy alabada cuando, en verdad, la casa pertenece a ambas partes del matrimonio y cada habitante debe hacer su parte. Ensalzar al marido por lavar un cubierto y asumir que limpiar constituye el rol de la mujer representan vestigios de una época en la que estas se encontraban esclavizadas por el yugo marital.
En principio, estas prácticas podrían parecer irrelevantes porque, aparentemente, no se dirigen a un problema social de gran envergadura. No obstante, según Bonino, estas actitudes tienen un pésimo efecto en las mujeres, ya que deterioran la autoestima y el poder personal de las mismas.
Ciertamente, existen muchas inequidades y peligros que deben ser erradicados para lograr el empoderamiento de la mujer en la sociedad y, tal vez, hablar de pequeñas acciones podría resultar, incluso, exagerado y propio de “la cultura de vidrio que se ofende por todo”. Sin embargo, un simple pensamiento puede derivar en algo más grave.
La idea de que las chicas tienen menos habilidad para los números que los hombres puede ocasionar que una empleada gane un sueldo inferior al de sus compañeros de trabajo, mientras cumple el mismo horario laboral. De esta manera, se origina el fenómeno denominado “brecha salarial”.
Nadie tiene la culpa de crecer en un ambiente donde los cuadrados son la única forma de pensamiento admitida, pero se puede construir una sociedad más equitativa dejando de utilizar esas pequeñas acciones que no son nada inofensivas.
Por Belén Cuevas (17 años)