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Las llamas redujeron a polvo varios pulmones vegetales del planeta Tierra y sentenciaron a muerte a miles de animales de diversas especies. En estos días, la región del Amazonas fue protagonista de una catástrofe ocasionada por incendios forestales de magnitudes calamitosas.
De acuerdo a datos difundidos por el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales de Brasil, entre enero y agosto de este año se reportaron más de 72.000 incendios forestales, un número récord. Además, solo entre el viernes y el sábado se iniciaron 1.130 nuevos focos del desastre.
“El incendio comenzó, al parecer, en lugares estratégicos. Todo indica que la gente fue allí a prender el fuego y a filmar. Ese es mi presentimiento”, manifestó el presidente brasileño Jair Bolsonaro, culpando a sus “críticos” de la crisis ambiental, en lugar de hacer mea culpa y cuestionar su decisión de abrir el Amazonas para la explotación de recursos por parte de empresas privadas de los sectores de minería, agricultura y turismo, ocasionando un aumento en la deforestación.
Por otro lado, en la ciudad de San Pablo el cielo se vistió de luto. Por efecto de la crisis en los bosques del Amazonas y el mal tiempo, en la metrópoli paulista que fue tapizada por una gigantesca nube de humo, anocheció a las 3 de tarde.
La crisis ambiental también tocó nuestra puerta, pues 22.000 héctareas de la reserva científica del cerro Chovoreca, en la frontera con Bolivia, fueron consumidas por un incendio. De igual manera, un gran siniestro azotó la reserva Los Tres Gigantes, área protegida que cuenta con 15.000 hectáreas de territorio natural.
El Dr. Egon Neufeld, uno de los productores de la zona de Chovoreca, afirmó que el fuego se propaga por el viento norte que azota a la zona y se extiende en dirección norte a sur hacia Paraguay, a razón de 18 kilómetros por día, consumiendo unas 10.000 hectáreas cada 24 horas. Asimismo, el siniestro llegó a Bahia Negra y en todo el Chaco el incendio ya consumió más de 40.000 hectáreas.
No se puede tapar el sol con un dedo, el cambio climático y la deforestación viajan con el viento en popa y, por eso, los desastres naturales están al orden del día. En todo el Chaco latinoamericano, ya ardieron 350 mil hectáreas y extensos territorios de Bolivia, Paraguay y Brasil se convirtieron en humo, polvo y cenizas. En vistas a la gravedad de la situación, el Senado aprobó declarar en emergencia ambiental a los departamentos afectados.
Con frecuencia, al pensar en el tan temido fin del mundo, imaginamos una lluvia de meteoritos o una invasión de extraterrestres malignos con increíbles explosiones, como en las películas de ciencia ficción. Sin embargo, pocas veces nos planteamos la idea de que tal vez el juicio final se parece más a un montón de árboles talados, basuras contaminando los ecosistemas, humo negro oscureciendo el celeste cielo y un galopante cambio climático, todos debido a las acciones de los seres humanos.
Por Agustina Vallena (19 años)