¿Los cintarazos y tirones de oreja sirven para disciplinar al niño?

Las famosas zapatillas “voladoras” y los cintarazos como “premios” a los niños traviesos constituyen algunos de los métodos que muchos padres utilizan para disciplinar a sus hijos. ¿Los castigos físicos son la solución ante las inconductas y berrinches?

“A mí me educaron a cintarazos y salí bien”, dicen varios adultos que defienden la utilización de castigos físicos como método para disciplinar a los niños.
“A mí me educaron a cintarazos y salí bien”, dicen varios adultos que defienden la utilización de castigos físicos como método para disciplinar a los niños.

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Llantos y rabietas forman parte del espectáculo que, a veces, algunos niños montan en lugares públicos. Ante esta situación, es probable que más de un testigo del berrinche, aturdido por los gritos del chiquito, lance una mirada de desaprobación a los padres del pequeño y afirme, en su fuero interno, “a esa criatura le falta cinto”.

No obstante, en algún momento de nuestra tierna infancia, fuimos nosotros los niños berrinchudos que arman escándalos cuando les niegan ese chocolate que tanto quieren probar o ese juguetito que ven en una publicidad de la tele. Si también fuiste protagonista de una rabieta y reviviste en tu cabeza aquel momento en el que armaste un show, en medio del supermercado, ¿cómo te hubiese gustado que tus padres te traten?

“A mí me educaron a cintarazos y salí bien”, dicen varios adultos que defienden la utilización de castigos físicos como método para disciplinar a los niños. Para muchos, el “chachá” es el santo remedio ante la mala conducta y los berrinches de los chicos caprichosos.

Por otro lado, vestidos con guardapolvos, entre pupitres y libros cargados de conocimiento, nuestros padres eran castigados por sus inconductas con tirones de oreja y “akãpetes”. Arrodillados sobre sal gruesa o tapitas de gaseosa, en el pasado, los alumnos recibían las reprimendas de sus maestras y se expiaban de las travesuras cometidas, pues “la letra con sangre entra” constituía la principal premisa de la educación impartida hace algunas décadas.

Los años trascurrieron y no solo se volvieron inaceptables los castigos físicos en las escuelas, sino que los golpes para corregir a los chicos, propinados por los padres con zapatillas “voladoras”, cintos y cables, son considerados inadmisibles por muchas personas. En consecuencia, hace tres años, se promulgó una ley que penaliza cualquier tipo de violencia hacia niños y adolescentes como método de disciplina.

Por otra parte, en una publicación del New York Times, la psicoterapeuta Heather Turgeon afirma que “muchos padres crecieron con castigos y es comprensible que se valgan de ellos para educar a sus pequeños. Sin embargo, estas correcciones tienden a intensificar el conflicto y bloquear el aprendizaje de los niños”.

Ante los berrinches de los hijos menores, la especialista aconseja cambiar el “chip” de los castigos, que conlleva el mensaje de: “necesito hacerte sufrir por lo que hiciste”. Asimismo, Turgeon recomienda escuchar y comunicarse con los chicos para resolver los conflictos, en lugar de recurrir a las golpizas o gritos, pues la psicoterapeuta señala que la empatía de los adultos hace que los pequeños “estén más abiertos a escuchar límites y reglas”.

Demasiado amor nunca creará niños malcriados, sino que los chicos se vuelven consentidos cuando se les dan cosas materiales para sustituir la presencia de sus padres. Los límites y disciplina son esenciales para formar adultos íntegros, pero toda regla debe estar vestida de compresión y escucha, no de violencia y golpes. Así que, la próxima vez que tu hermanito haga un berrinche, pensá bien qué se debería hacer al respecto.

Por Agustina Vallena (19 años)

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