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Cuando éramos pequeños, jugábamos a ser grandes. Las niñas se convertían en madres de sus muñecas y los varones simulaban ser corredores de autos. De chicos, no nos gustaba tanto ir de la mano con nuestros papás, ni pedir permiso para salir.
El tiempo fue pasando, las responsabilidades llegaron y nos empezamos a dar cuenta de que la vida adulta no es de color rosa como antes pensábamos. Esas largas horas que teníamos para descansar se redujeron, pues las tareas de la facu ya no nos dejan disfrutar tranquilos.
En algún momento, creímos que terminar la secundaria nos garantizaría la libertad plena, pero, ¡sorpresa! No tuvimos en cuenta el hecho de que elegir una carrera o buscar un trabajo no es tan simple como nos pintan las películas de jóvenes aventureros que consiguen independizarse con solo proponérselo.
Ahora que estás en la franja de los veinte años, seguro tenés muchas dudas, pero no se trata de la misma inseguridad que experimentan los adolescentes, sino de una incertidumbre que hace que te cuestiones el rumbo que está tomando tu vida. Te preguntás si la carrera que elegiste es la adecuada, te desesperás porque no encontrás un trabajo en el que te sientas a gusto y constantemente comparás tu situación con la de los otros jóvenes que conocés.
A veces, también sentís nostalgia y unas ganas inmensas de volver a ser un estudiante de colegio. Querés que tu mamá te consienta para olvidarte por un instante de las obligaciones que tenés en la facu o en el trabajo.
Te das cuenta de que la adultez está tocando tu puerta y vos seguís teniendo el comportamiento de un adolescente; te asusta pensar que tu futuro se encuentra únicamente en tus manos y tratás inútilmente de evadir esta verdad. Pero dice una frase que “todo lo bueno empieza con un poco de miedo” y, para mantener el equilibrio, debemos movernos constantemente, como cuando se aprende a andar en bicicleta.
Por eso, animate a tomar tus propias decisiones y no tengas miedo a equivocarte en algún momento. La vida es una eterna escuela para aprender e ir escalando la montaña que nos llevará hasta nuestros sueños; así que seguí tu propio ritmo y no trates de compararte con los demás.
¡Ánimo, la vida no es tan hostil como parece!
Por Viviana Cáceres (19 años)