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Hauwa está decidida. No se marchará a su casa, una carpa improvisada, con la garrafa vacía. Necesita cocinar, bañarse y alimentar a su familia. Nada de ello es posible si hoy no consigue llenar su bidón. Igual que otras personas desplazadas en Pulka, en el estado de Borno del noreste de Nigeria, Hauwa lucha por hacer frente a la aguda escasez de agua.
Largas colas de bidones de color amarillo y naranja brillante se forman junto a los pozos y puntos de abastecimiento en los campamentos de Pulka, que continúan recibiendo a población que huye del conflicto. Las multitudes, en su mayoría mujeres, se esfuerzan por colocar sus recipientes en las fuentes de las bombas manuales.
Las partes superiores de las botellas de plástico cortadas se han transformado en embudos para bidones y otros contenedores estrechos. Cada centímetro ganado en la melé cuenta; cada gota que cae en el balde aumenta la posibilidad de sobrevivir el insoportable calor seco.
Las normas internacionales para la ayuda humanitaria recomiendan que las personas tengan acceso a entre 15 y 20 litros de agua por día en condiciones de emergencia. Pero para los desplazados internos en Pulka este es un sueño lejano. “Es difícil conseguir incluso un bidón de agua; a veces tenemos que esperar todo el día sin obtener ninguno. Tenemos que suplicar a nuestros vecinos”, dice Hauwa. Los desplazados como ella dependen casi por completo de la asistencia humanitaria para sobrevivir.
Miembros de la comunidad se han reunido para cavar pozos. Algunos hombres están trabajando duro dragando tierra en otro lugar del campamento. Cerca de allí, un niño está recogiendo agua marrón y fangosa de un charco formado por pequeñas corrientes que fluyen de pozos recién cavados. Nada se desperdicia en Pulka.
No sobra nada como para poder desperdiciar. Desde abril de 2014 la población de Pulka se ha triplicado, pasando de menos de 20.000 antes del conflicto a aproximadamente 65.000 residentes en la actualidad.
La falta de agua suficiente, tanto para beber como para la higiene personal, ha resultado en problemas médicos como enfermedades cutáneas y brotes de enfermedades transmitidas por el agua. Entre febrero y marzo de 2018, MSF registró un aumento del 45 por ciento en la incidencia de diarrea acuosa aguda entre sus pacientes.
“La lucha por el agua en los campos también aumenta las tensiones entre la comunidad de acogida y las poblaciones desplazadas. Las mujeres que se aventuran fuera del perímetro de seguridad del campamento para buscar agua y leña corren el riesgo de ser explotadas sexualmente y de ser secuestradas o asesinadas por grupos armados”, dice Luis Eguiluz, coordinador de la organización médica en Nigeria.
Como medida de emergencia, las organizaciones humanitarias comenzaron a transportar agua a las zonas más afectadas. Pero cumplir con los estándares básicos necesarios para llevar una vida segura y digna permanece fuera del alcance. En Pulka, 5.000 desplazados internos viven en tiendas improvisadas en un campo de tránsito. Mejorar el acceso al agua y al saneamiento debe ir acompañado de un acceso adecuado a la vivienda.