La APF y sus tropelías (II)

El hampa, el gansterismo o como se quiera llamar, se instaló en el fútbol paraguayo con raíces profundas, desde hace dos décadas y media. Presidentes y dirigentes engordaron sus faltriqueras y hoy son prósperos empresarios, gracias al milagro del fútbol.

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El local de Ypané perteneciente al club Atlético Tembetary en apariencia (más de 15 hectáreas), nuevamente fue rematado. Así queda demostrado que a Epifanio Rojas Carísimo nunca le interesó la sociedad como entidad deportiva y mucho menos, competir en 1ª división.

Tampoco le conmovió el acendrado prestigio del club llevado intencionalmente a una caída libre, su hechizo radicó en exprimir la personería jurídica para transferir futbolistas sin rendición de cuentas a nadie y sin importar el lugar ni los modos ejecutados. Imprimió un régimen de pillaje abierto, una dictadura total.

La toma del club le valió el amparo de los derechos federativos y económicos de jugadores, motivo por el cual se apoderó de la estructura deportiva para garantizar su negocio y para no tener sorpresas de liberaciones de pases de ningún tipo. El club fue una “bolsa de atletas” ofertada al mejor postor.

El estado paraguayo, la jurisprudencia de la república y los poderes de la nación no pueden tolerar este tipo de rapacería, un atropello vandálico protagonizado por una rosca de pillos y escamoteadores. Advertimos: este modelo se está reproduciendo y se expande hacia otros clubes del país.

Por el soberano deportivismo nacional, se debería anular todo acto doloso y atentatorio a la civilidad comunitaria como lo protagonizado al Atlético Tembetary. Como la APF, también la justicia paraguaya ha sido cómplice y protagonista de este acto delincuencial, avalando atropellos y saqueos a instituciones privadas, pero con indumentaria pública.

El club debe recuperar su derecho pleno y su patrimonio conculcado, el gobierno de turno (no Horacio Cartes, si Marito) en un acto supremo, revelador, doctrinario y político, inexcusablemente tendrá que restituir al club su potestad despojada aviesamente.

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La rectificación de la historia torcida y la formalización de una directiva representativa que ostente la administración juiciosa del club, son episodios que todo gobierno nacional debe interpretar y protagonizar. Es de rigor el acto de justicia y reparación para una comunidad burlada y desheredada que día a día clama por su venerada rojiverde.

Este sistema de explotación se ha diseminado como hongos en el Paraguay. Muchos clubes fueron tomados “por asalto” y en breve veremos otras variables de abordajes y desalojos. La institucionalidad se está haciendo añicos y la fatalidad ya se viste con “bandera roja”.

El riesgo para los socios y la afición es absoluto, sobre todo porque destellan ocupantes de larga data, exponiendo a cada paso sus enredos cualitativos y cuantitativos sin pretensiones de clarificar ni transparentar los valores y códigos administrativos.

Esta es la forma de corrupción más frecuente en el fútbol. Las federaciones se “desentienden” porque están ocupadas en sus propios chanchullos, macroeconómicos. Los clubes solo son importantes a la hora de los votos o para algún proselitismo que posibilite encumbrar a jerarcas y mafiosos.

Es aquí es donde se cuecen habas. El hampa corporativa se ha enseñoreado, en consecuencia, las claques deben ser desterradas del ámbito deportivo, solo así se podrá garantizar la salud y la transparencia en el fútbol.

Los clubes Libertad, Nacional, Sportivo Luqueño, Guarani, 3 de Febrero CE, General Caballero ZC, General Caballero SF, Sport Colombia, Silvio Pettirossi, Atlético Colegiales, Cerro Cora, Atlántida, entre otros, están llenos de ácaros que no quieren abandonar el cobijo, aunque se fumigue o se rocíe con Lysiform (desinfectante).

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La sociedad civil deberá hacer trascender su propio peso y su protagonismo para depurar a todas estas instituciones que son blancos de vampiros chupadores. El raquitismo de los clubes y del fútbol paraguayo se debe a los hampones que la coparon.

El pueblo deportivo está desaparecido, las barriadas y los pueblerinos se hallan afligidos/apenados/desilusionados porque van perdiendo sus enseñas. “Ya no es nuestro” dicen; “Hay mucha corrupción” indican; “el club ya no nos pertenece” aseveran; “hay demasiados bandidos en la entidad” testimonian; “el fútbol ya se usa para otras cosas”, exteriorizan.

El vacío en las canchas es el espejo indubitable. Lo que todavía concita interés, porque el nombre del país está en juego, es el seleccionado nacional. Ni aún la selección, sino no es auténtica, logra remover a las masas ya que sus sentimientos son traicionados en la mayoría de las veces.

No es nada nuevo el feliz connubio de la APF con la mafia y los mafiosos del fútbol, hace décadas lo viene disfrutando con sumo agrado. La corrupción reinante en el seno de la “Liga” pasó a ser normal y cotidiano. Su descomposición frente a la CONMEBOL y la FIFA, alcanza ribetes aún superior al escándalo o al estruendo expansivo.

El propio Fernando Arturo Filártiga Candia (†), eterno secretario de la “Liga”, se alarmaba, se ruborizaba y se quejaba por tanto gatuperio y podredumbre. El hampa que persiste y subsiste en el fútbol local sirve de argumento para elaborar voluminosas enciclopedias que aglutine los atentados producidos a lo largo de su historia. Que ahora la APF anunciara la compra de un bien viciado de nulidad, ratifica todo lo antedicho.

alcandia@abc.com.py

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