“Durante la batalla por Raqqa a nadie le importaron los civiles”

Después de una ofensiva que duró cuatro meses y medio, las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), apoyadas por una coalición internacional, tomaron el control de Raqqa, que hasta entonces había estado en manos del autodenominado Estado Islámico (EI).

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La devastación generalizada que sufrió toda la ciudad evidencia la intensidad de los enfrentamientos y los bombardeos y pone sobre la mesa otra pregunta: ¿cuál fue el destino que sufrieron los civiles que, desde el comienzo de la ofensiva, estuvieron atrapados en la ciudad sin acceso a ayuda humanitaria?

Natalie Roberts, responsable de emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF)

Médicos Sin Fronteras no fue la excepción a ninguna otra organización humanitaria. Nosotros tampoco fuimos capaces de acceder a Raqqa durante la ofensiva. Mientras duraron las hostilidades, nuestros equipos no pudieron proveer de ningún tipo de asistencia a las personas atrapadas en la ciudad. Ninguno de los grupos enfrentados garantizó tampoco que pudiéramos hacer nuestro trabajo con seguridad. Nuestro trabajo durante aquellos meses se limitó a atender a los heridos que llegaban a nuestros hospitales de Kobane, Tal Abyad y Al-Hasakah, y a ayudar a aquellas personas que estaban en los campos de desplazados. Una vez que Raqqa cambió de manos a mediados del mes de octubre, cerca de 1.300 personas lograron llegar al campo de Ayn Issa, donde damos atención médica. La mayoría de ellos eran mujeres y niños. Los pocos hombres que las acompañaban eran o bien ancianos o personas que habían resultado heridas durante la ofensiva y que habían sido tratados en hospitales controlados por el EI en Raqqa.

Los desplazados llegaron bajo la escolta de las FDS, pero todos decían que no habían recibido ayuda alguna para salir de la ciudad y llegar hasta uno de los puestos de control que están alrededor de Raqqa. Las personas con las que pudimos conversar nos hablaban de la intensidad y del horror que provocaron los ataques aéreos y de cómo sus condiciones de vida se fueron deteriorando progresivamente durante aquellos cuatro meses y medio. Nos contaron que muchas personas acabaron muertos o heridos cuando ya no les quedaba más remedio que salir a la calle en busca de agua. Si durante la noche se encendía una luz en una casa, esta se convertía en el objetivo de fuego de morteros o bombardeos aéreos. También nos contaron que en un principio el grupo era mucho más numeroso que aquellas 1.300 personas que lograron llegar hasta allí, pero que muchos habían sido detenidos por las FDS y muy probablemente llevados a un centro de detención. No sabemos si alguno de ellos necesitaba atención médica y si recibieron tratamiento. No pudimos verlos.

Cuando el EI tomó la ciudad en 2014, algunos de sus habitantes decidieron irse hacia Turquía, Europa o algún otro lugar. Otros escogieron quedarse, o simplemente se quedaron porque no tenían otra opción. Hay quien tiene o quien encuentra los medios para escapar, pero también están los más pobres o aquellas personas que no tienen familia o amigos que puedan acogerlos. Son personas que no gozan de la libertad necesaria para poder tomar la decisión de dejarlo todo y jugarse la vida huyendo. Luego, obviamente, también hay personas que no podían o que no querían dejar sus hogares. Y también sabemos de gente que fue a Raqqa para trabajar bajo el mando del EI. En cualquier caso, las razones de cada uno para irse o quedarse en la ciudad, no tienen por qué significar que estas personas apoyen abiertamente al EI.

Es imposible saber cuántos civiles estaban en la ciudad durante la ofensiva y cuántos de ellos murieron o resultaron heridos. Durante la batalla por Raqqa a nadie le preocupaban los civiles. Esa es la realidad. En nombre de una “guerra justa” contra el EI, la coalición –que se beneficiaba de un apoyo internacional unánime– lanzó un diluvio de fuego sobre la ciudad. A sus habitantes les resultó extremadamente difícil huir, especialmente porque fueron tomados como rehenes por el EI y es de sobra sabido que cualquiera que intentara escapar se convertía automáticamente en objetivo. No había ambulancias, por lo que la única forma de evacuar a los heridos en Raqqa era en vehículos blindados. Y obtener acceso a las víctimas dependía totalmente de la buena voluntad de los soldados.

A pesar de la intensidad de los ataques aéreos de la coalición, que culminaron con en la destrucción total de la ciudad, muy pocas bajas civiles fueron evacuadas del campo de batalla. Los pocos hospitales de la región que disponían de quirófano –y que tuvieran la capacidad necesaria para tratar a los heridos de guerra-, no eran suficientes. El hospital de Kobane, que es el referente para pacientes con lesiones que requieren tratamiento ortopédico en toda la región, solo recibió a tres personas durante todo el mes de septiembre. Eso da una muestra de lo difícil que resultó a los heridos salir de la ciudad sitiada. De hecho, en Ayn Issa hay actualmente unas 15.000 personas, pero la mayoría de ellos llegaron huyendo de los combates que se producían alrededor de Raqqa y en Deir ez-Zor. Muy pocos de los que están allí llegaron del propio Raqqa.

¿Dónde están todos los civiles que vivían allí? La coalición anunció que 3.000 civiles fueron evacuados durante la última semana de la batalla, pero es imposible verificar si este número es cierto. Un portavoz de las FDS afirmó que no quedaban civiles en Raqqa en el momento del asalto final, pero tampoco sabemos si es verdad. De hecho, muy probablemente nunca sabremos cuántas personas resultaron heridas o asesinadas durante la ofensiva.

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