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Horacio Cartes y sus esclavos sabían que la derrota era inminente, de aquí a la luna, como ocurrió “legalmente”.
Pero con sencillas técnicas de adulteración y encargos, concretaron sus diferencias a favor en los guarismos. Habituados al engaño, a la manipulación y al subterfugio, solo esperaron el momento puntual para aplicar sus fórmulas en el mismo día de las votaciones. La ingeniería estaba decidida, la estructura totalmente montada y operó con sagacidad y felonía.
Así, los corruptos de siempre cantaron victoria, saliendo los capangas rápidamente a declarar y reconocer la victoria del oficialismo. Actas paralelas y firmantes encubridores, todos participaron del dolo y la maquinación. Por lo tanto, con dinero o sin él, los falsos colorados conocidos como “coloretes”, siguen siendo el rey.
Los soñadores, los patriotas, los románticos, los idealistas, los sentimentales, los ilusos, cayeron mansamente en la conspiración urdida. Jamás divisaron que iban a una contienda, a la “guerra sucia”.
No estaban preparados para este tipo de lucha o confrontación. Los misiles del “todo vale”, ni remotamente, pudieron ser interceptados. Pensaron que caminarían rumbo a un “juego limpio” en dónde la voluntad popular arrasaría en favor del cambio y por el final de un modelo putrefacto. Creyeron que con solo depositar el voto, el partido estaba liquidado. No, para nada, había que jugarlo.
La gente salió a votar convencida de que su decisión marcaría el derrumbe de los clanes políticos de la corrupción. Estaba cansada de tantos años de continuismo y estancamiento. Este era el momento para cortar el cordón umbilical. Todos se tiraron a la cascada para refrescarse, pero no previeron a las carnívoras pirañas del río.
Agazapados y en silencio, el escenario estaba preparado para otra cosa. Sabían los pervertidos que perdían respetando las reglas de juego. Había que tramar algún sistema para contrarrestar la derrota; y así lo hicieron. Todo salió a pedir de boca para la gavilla.
Los votantes, el pueblo genuino, limpio, honesto y bien intencionado buscó jugar el partido “por derecha” (legalmente), porque tenía valores de sobra con que hacerlo. Pero las bondades de los talentosos se apagan cuando el lodo no permite sus inspiraciones.
Su decisión para ganar era incuestionable. Pero cuando se planteó el encuentro en una cancha embarrada, juego ríspido, sucio, llevado “por izquierda” (ilegalmente), la gente de bien no tuvo “tácticas” para contrarrestar, y salió derrotada sorpresivamente. Al final, jugaron mal el partido.
Eso ocurrió. El rival planteó diferente a lo planeado, el malandraje llevó las jugadas al tándem del “juego sucio”, donde ellos son fuertes y donde sorprendieron a la bonhomía de un pueblo cándido. La población apostó por el “luego limpio” y así le fue.
Todo estuvo en contra, hasta el árbitro. Marcaron diferencias con los amaños y prefabricaciones. Los principios y valores de los habitantes, lo hicieron equivocar, porque el rival estuvo preparado para guerrear en todos los campos y con todas las armas y artificios. No fue un partido de igual a igual.
Los “coloretes”, los “azulejos” y los “guasu’api”, salieron con la suya. Seguirán con los mismos “hombres escombro” en el Congreso. Pactando acuerdos entre bambalinas que les favorezcan (solo a ellos), siempre contra los intereses de sus mandantes: el pueblo.
El continuismo de la basura política, practicantes de la traición a la patria y de la tortura ciudadana, consumaron su “triunfo” para 5 años más, muy a pesar de la decencia. Algunos como Kale, le alcanzarán al tirano Stroessner en este periodo de gobierno. Habría que bucear para descubrir cuál fue su contribución a la patria en los 35 años de placeres y connivencias.
En esta justa irregular, los independientes salieron estafados, fulminados. Devorados por el dragón llamado partidos tradicionales. Los traidores y sobornados también se prestaron para cometer los excesos y legalizar los atropellos en contra de la juventud, segmento ciudadano que apostó por el cambio y la transformación para una patria mejor.
La lucha se reinicia. Otro lustro más de batalla nos espera. La vecindad debe tomar conciencia de los abusos de sus opresores. Deberá estar en vigilia constante, en alerta permanente y acompañar a esos escasos patriotas del Parlamento que defenderán los intereses populares con uñas y dientes para evitar que se lleven el país en carretilla.
En caso de que los entuertos y las lesiones fueran llevados a tambor batiente contra los deseos de la gente, la población entrará a tallar sin tapujos. Podrá alzarse y ocupar el Congreso y todos los estamentos, si necesario fuere. Incluso podrá separar a sus representantes y decretar el fin del gobierno si lo decide.
Hace mucho que no hay golpes militares, pero a los diarios golpes de la mafia, habrá un golpe de la civilidad en guardia. No olviden que el artículo 138 de la Constitución Nacional autoriza a instaurar sus anhelos si el statu quo o el stablishment desoye la voluntad popular, la decisión suprema de la república. alcandia@abc.com.py