Una bocanada de aire puro

Viajar al sur del Paraguay es reencontrarse siempre con una parte del país que, al margen de cualquier situación, avanza con pasos firmes. Es que toda la región, especialmente Itapúa, deslumbra por su dinamismo económico y social. Cada visita nos deja con la agradable sensación de que allí se respira un aire diferente, cargado de esfuerzo, orden y visión de futuro. Es innegable: el sur del Paraguay es pujante, y siempre digno de admirar.

De entrada nomás”, como diría un payador correntino, llama la atención, al recorrer sus municipios, la gestión ordenada y planificada. Desde la limpieza urbana hasta la ejecución de obras públicas, se percibe la eficiencia administrativa. El manejo de los municipios es ejemplar, y debería ser copiado por otras regiones que todavía se debaten entre la improvisación y la desidia.

Detrás de todo esto hay gente trabajando. Por eso se nota la diferencia no solo en las estructuras, sino también en las personas. La cordialidad, el respeto al prójimo, el cumplimiento de normas simples como respetar los semáforos o no tirar basura en la calle, son señales de una ciudadanía más consciente.

Tan sencillo como esto: La gente es más educada. Esto se percibe caminando por las calles y observando tantas muestras de civilidad, perfectamente normalizada.

¡Y claro que esta mentalidad también se refleja en lo económico! Las industrias de esta zona no son solamente enormes generadoras de puestos de trabajo, sino que se destacan por su modernización constante y tecnología de vanguardia.

Desde productos alimenticios hasta manufacturas, sus plantas compiten en estándares internacionales. Industrias modelo, algunas incluso pioneras alguna vez y hoy líderes en el mercado, que proveen a todo el país y exportan a todo el mundo. De esta forma, nombre y marca PARAGUAY trascienden con orgullo más allá de nuestras fronteras.

Esta espiral positiva es capaz de vencer todos los obstáculos. Incluso en el plano político, que tantas veces actúa “de tranca” al progreso, el sur da muestras de una madurez envidiable. Es que la política, si bien está presente, no constituye un obstáculo para la producción. Hay disputas, claro que sí, como en todo escenario democrático, pero el orgullo regional y su defensa no permiten esa percepción de parálisis o sensación de boicot entre actores, tan común y característica en otras zonas del país.

Si debiéramos elegir algo que destaque entre tantos aspectos positivos, es la cultura del trabajo. El movimiento es constante, se ve actividad en todos los rubros, creando una sinergia positiva que contagia. Dicho rápido y mal “aquí todo el mundo está laburando” y se ve poca o ninguna gente ociosa. Es como si se hubiera instalado el valor del esfuerzo y las ganas de demostrarlo.

Un ícono indiscutible de esta imagen es la Costanera de Encarnación. No solo por su belleza natural, sino también se suman el entorno donde el Paraná se mezcla con el verde profundo de la vegetación, su cuidado constante, y por cómo se ha convertido en un verdadero espacio público al servicio de todos.

La Costanera encarnacena, gracias a su mantenimiento, utilización y varios otros aspectos, debería ser copiada por Asunción, que dista de conseguir consolidar espacios similares con igual éxito.

Adentrarse al corazón urbano es un placer. El centro histórico de Encarnación ha sido preservado con visión y amor por ese patrimonio. Pasear por sus calles, un deleite: hay vida, hay cultura, hay respeto por la historia. Estas construcciones, a diferencia de la capital y otras localidades, están bien mantenidas e invitan a visitarlas, sin la sensación de abandono que lastimosamente se ve en Asunción.

Las Colonias Unidas son otro ejemplo que no puede pasarse por alto. Este eje constituido en un motor económico, ha demostrado que la cooperación, el orden y la planificación pueden hacer maravillas. Un porcentaje importante del PIB se genera en esta zona del país, ejemplo del trabajo cooperativo y de cómo la suma de esfuerzos puede levantar a toda una región.

Es más que justo decirlo: siempre que uno visita Itapúa vuelve con las pupilas dilatadas y muy cargado de energía positiva, que tanto bien nos hace y que tanto precisa el país. Es, casi en sentido literal, una bocanada de aire puro en medio del smog de la cotidianeidad. Una demostración fehaciente de que, a través de la educación y el trabajo serio, voluntad colectiva y amor por la tierra fecunda, es posible construir un Paraguay mejor.

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