No tienen vino

El primer signo, el primer milagro de Jesús, de acuerdo con el evangelista Juan, se dio en las bodas de Cana de Galilea.

Cargando...

Era una fiesta de casamiento donde fueron invitados, además de Jesús y los apóstoles, María. A cierta altura de la feliz celebración ella se da cuenta de que había terminado el vino y comunica a Jesús: “No tienen vino”.

No es el caso de analizar si el problema era grande o pequeño, si los invitados se quedarían decepcionados con los novios o si sabrían comprender la situación.

Hay otros temas mucho más importantes, como sea: María, con su fina sensibilidad femenina y maternal, está atenta a todos los detalles de nuestra vida cotidiana, y para ella es relevante que las cosas nos salgan bien.

La Madre de Jesús es también nuestra madre y el corazón de madre siempre busca el bien de los hijos, especialmente de aquellos que pasan por circunstancias apremiantes.

Sin embargo, ella por sí sola no tiene el poder de resolver el caso y por ello comunica a Jesús, que es nuestro único Salvador y quien verdaderamente corta la torta.

Y este es uno de los aspectos más fascinantes de la Iglesia católica: que los unos interceden por los otros, tanto los de esta tierra, cuanto aquellos que ya disfrutan de la eterna bienaventuranza junto a Dios.

Delante del pedido de su madre, Jesús actúa de modo decidido y resuelve completamente la dificultad.

Hoy día, seguramente nuestro principal problema no es la “falta de vino”, entendida de modo literal, pero la falta de otras cosas, como: ellos no tienen armonía, ellos no tienen trabajo, no tienen estudio y ellos no tienen esperanza.

Cuanto dolor y rencor trae la falta de armonía, cuando un miembro de la familia tiene como especial actividad agredir al otro con palabras, con gestos de desprecio y hasta con golpes.

No tener trabajo y un ingreso razonable es un martirio que, infelizmente, azota a muchas familias de nuestro país. Y la falta de esperanza nos lleva a ser “kaigue”, conformistas y, a veces, conduce a decisiones trágicas.

La presencia de Jesús y María cambia todo esto, pues el Señor, con su poder amoroso, nos beneficia y ayuda a salir del aprieto. Sin embargo, hemos de escuchar también una otra indicación de la Madre: “Hagan todo lo que Él les diga”.

Así que no basta pedir a Dios, es necesario poner un empeño sincero de cumplir sus mandamientos, de modo que nuestro esfuerzo humano colabore activamente con la gracia divina.

Paz y bien

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...