El robo, ese tan ruin y violento precio de la paz

Alguna vez, un colorado hizo un inocente pedido a sus correlí: ñamonda’i miéna, lo mitã. El hombre pensaba, con ingenuidad, que con robar menos alcanzaría para que el país mejorara. Viendo que en este gobierno se roba tanto o más que en los anteriores, podríamos repetir el candoroso pedido para el 2025: robad un poco menos.

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El BID afirma que en nuestro país se roban dos mil millones de dólares al año. Se saquea en varias formas: licitaciones, compras directas, desvíos de recaudaciones, sobrefacturaciones o pagos por obras inexistentes, coimas (a repartir), salarios de planilleros (nepobebés incluidos), peajes por contrabando.

El Estado está privatizado. Es propiedad de capitostes que hacen con la plata pública lo que se les canta. Para eso son mayoría. Hasta en la cárcel, como afirmó J. Eugenio Jacquet, miembro del cuatrinomio stronista que obtuvo su título de detective privado en un curso por correo.

Y están los cupos. Cada poguasu tiene el suyo: una institución pública donde recaudar. Al vicepresidente de la República —para que no conspire— se le suele dar una hidroeléctrica. A Alliana, que está apurado por hacerse rico lo más posible y lo más pronto posible, le dieron ambas hidroeléctricas. Mandaba en Yacyretá. Ahora, en Itaipú por el sacro imperio formado con los Zacarías.

Nos ufanamos porque seremos el segundo país en crecimiento en el 2025 (3,7 %), detrás de la Argentina de Milei, en Sudamérica; pero defenderemos patrióticamente nuestro vicecampeonato como país más corrupto, detrás de la Venezuela de Maduro (que, sintomáticamente, instaló su embajada en Asunción justo al lado del Quincho).

Mientras tanto, el presidente Peña le afirma a quien le quiera creer que somos el Catar de la región y que gozamos de institucionalidad plena. “Tenemos altos niveles de corrupción”, le dijo el ministro de Economía, Fernández Valdovinos, a Luis Bareiro en TV, como respondiéndole de manera indirecta a su colega, jefe y amigo Peña.

Uno se pregunta: cómo no vamos a tener corrupción, si somos el tercer exportador de “estupefacientos” en Sudamérica con una inmensa cantidad de pistas clandestinas en nuestro territorio. No hay institución democrática que aguante. Las organizaciones criminales mueven en el Paraguay unos 15 mil millones de dólares año, gracias al narco y al tráfico de armas, especialmente.

Pese a este dineral que corre en los subterráneos y en la superficie de la politiquería, los muchachos no se sacian. Siguen robando. Y, al parecer, piensan seguir robando.

En Itaipú se prepara un toco de más de 35 millones de dólares para adquirir pupitres escolares bajo condiciones que tienen tufo a fato. Los productores paraguayos quedaron fuera. Parece que hay un amigo con contactos en China, de donde vendría lo necesario. Y sobrará, milagrosamente, un vueltito para repartir.

Quién le pondrá el cascabel al “gasto”. Y nadie. En el Paraguay el robo impune sigue siendo el ruin precio de la paz. Quizá solo podríamos pedir, ingenuamente, que roben menos. Que no se atraganten.

nerifarina@gmail.com

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