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Es que el sentido de la letra es demasiado emotivo, y toca fibras sumamente sensibles a las que, sencillamente, no podemos abstraernos. Si fue ese el objetivo del autor Oswaldo Oropeza el escribirla y obsequiarla al mundo desde Venezuela en 1963, cumplió más que cabalmente su cometido.
A partir de la magistral interpretación original de Néstor Zavarce, también paisano suyo, la alegoría contenida en las expresiones “la alegría del año nuevo viene ya, los abrazos se confunden sin cesar” calan profundamente. Y se mezclan con un montón de sentimientos que nos llenan en esta época del año, principalmente por la simbología que representa un periodo que culmina, dando lugar a otro que apenas asoma.
Cumpliendo el objetivo de todas las obras de arte, esta expresión artística musical pone en especial realce valores tan importantes como la familia, la nostalgia hacia el pasado y el amor incondicional hacia la madre. Habrá aquí quien alegue que no hay tiempo perdido de peor forma que aquel que se dedica a añorar lo que se dejó atrás. No deja de ser válido, pero, por otro lado, qué triste no recordar a los afectos más profundos, aunque sea con un dejo de tristeza, en los momentos más alegres.
Quizás la canción suene algo trivial, puede que también tenga mucho de una época que ya quedó en el tiempo. Incluso no faltará quien sentencie con cierta petulancia “los tiempos ahora son distintos, estamos distanciados físicamente, pero en cambio la tecnología nos une”. Aún así, qué hermoso homenaje es este recordatorio de que, aún en medio de las festividades y el bullicio, lo que realmente importa son los lazos familiares y el amor fraternal sobre el que está cimentado.
También es un buen momento para hacer un recuento del año que se deja atrás, con sus logros, alegrías, triunfos fantásticos y derrotas humillantes. Sazonados todos con mucho trabajo, mayor o menor fortuna y, por sobre todo, el enorme privilegio de haber sido testigos, aunque sea desde nuestra minúscula posición, de un año en que el tablero mundial tuvo importantes cambios. Y donde están previstos muchos más aún.
Matizada de una bonanza económica corta pero gratificante, esta época promete alegrías en forma de fiestas, ropa alegórica, colores determinados y costumbres que de llevarse a cabo al pie de la letra nos aseguran para el año próximo viajes, éxito en los negocios y también en el amor. La seguridad de que tal cosa ocurra era tan cierta a principios del siglo pasado cuando la abuela, siendo una niña, se metía las doce uvas en la boca, como cuando la nieta lo haga este 31, minutos antes de medianoche. Es la forma en que se mantiene viva la tradición… y ayuda a desviar por un momento la atención del celular.
A ver, saquemos más ventajas todavía. También es un buen momento para hacer y hacerse promesas de todo tipo, preferiblemente en gran cantidad, para poder cumplir por lo menos con algunas de ellas. No está previsto que se cumplan a rajatabla, y nadie tampoco las toma demasiado en serio, finalmente es una época de regocijo… “Me perdonan que me vaya de la fiesta, pero hay algo que jamás podré olvidar, una linda viejecita que me espera, en las noches de una eterna navidad”.
Mientras algunos festejen despreocupados, muchos otros estarán pendientes en sus puestos, cuidando que todo funcione y que no se interrumpa el necesario ritmo que llevan los comercios, el servicio de salud, la seguridad. Qué importante tener consideración hacia estas personas, que en gran medida son héroes anónimos. Y qué importante que, como sociedad, les demos el menor trabajo posible a las fuerzas del orden y al personal de blanco en estas fechas.
El Año Nuevo vendrá cargado de su propio afán, y atado a él irá el nuestro. Mientras tanto, hagamos cada quien una breve reflexión sobre la contribución que hicimos y que pretendemos hacer, y considerando eso corramos a abrazar a la persona que esté más cerca de nuestros sentimientos.
Porque el año por empezar nos encuentre bien dispuestos, con el corazón latiendo fuerte y sano en nuestro pecho, por ciudadanos que dignifiquen al Paraguay y autoridades que hagan honor a sus cargos, brindemos por todo eso. Y que el fuego sagrado de la fe y la esperanza en que juntos somos mucho más fuertes no se apague nunca en el alma de todos y cada uno de nosotros. ¡Feliz, próspero y bendecido 2025!