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La familia es una de las instituciones más importantes para el equilibrio de la sociedad y, paradojalmente, una de las más golpeadas y desprotegidas. Castigada por la falta de preparación de los novios para casarse, por la irresponsabilidad de los padres al tener hijos fuera del matrimonio y por el poco cultivo de la vida espiritual.
Además, hay las deficiencias sociales, como una educación superficial, que no forma una conciencia crítica, desamparo en el área de la salud, y de modo doloroso, por el desempleo, o subempleo.
Por eso la Iglesia coloca a nuestra consideración la hermosa realidad de la familia, para que recapacitemos y pongamos las pilas para cuidarla y mantenerla feliz.
El Evangelio muestra que Jesús, María y José fueron al templo para celebrar la Pascua, indicando la importancia de que la familia rece unida y participe de las actividades de su comunidad, sin dejarse engañar por un pensamiento así: “Dios está en toda parte, rezo en mi casa... y listo”. Es cierto que el Señor está en todas partes, pero también es cierto que no debemos aislarnos de los hermanos que comparten la misma fe, amén de dar nuestra propia contribución.
Después de volver del templo y llegar a Nazaret, se indica: “Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de los hombres”.
Es justamente el calor humano de una familia unida y con vivencia bíblica, que crea este clima favorable para el crecimiento de los hijos, y, al fin y al cabo, de todos sus miembros. Se dice que Jesús crecía en sabiduría, virtud que todos hemos de buscar, para no cometer actos despistados y hasta cretinos.
Crecía en estatura, lo que hoy debemos entender como buena alimentación, sin tanta gaseosa y fast food, y de modo distintivo, con actividad física, sin caer en la trampa del sedentarismo, por “vivir” sentado delante de las pantallas.
Asimismo, crecía en gracia delante de Dios, ya que esta es la principal finalidad de nuestra existencia: vivir unidos al Señor, para dar muchos frutos, para no enterrar nuestros talentos, y al final de nuestra peregrinación por este mundo, ser recibidos en la casa del Padre celestial.
En este día, no tenga reparo de abrazar a sus familiares, de decirles lo mucho que usted los quiere, pues este será el mejor modo de empezar un feliz Año Nuevo.
Paz y Bien