Cargando...
Según esta narrativa, solo la embajada puede equilibrar a Cartes, a quien califican de “significativamente corrupto” y, por tanto, todo paraguayo que quiera un mínimo de decencia debe necesaria y obligatoriamente elegir a la embajada. Si no lo hace, está con Cartes.
Reconozco que la técnica es bien tramposa, pues logró que haya gente que pretende normalizar, con el pretexto de combatir a Cartes, que la embajada controle cada vez más nuestros aparatos judicial, fiscal, policial y de seguridad. Ahora incluso quieren entregarle Tributación y el poder de imponer censura, todo en contra de lo que dispone nuestra Constitución.
Hay dos falsedades fundamentales, y difícilmente controvertibles, en esta narrativa de la embajada y sus cipayos.
La primera es de índole técnica estadística: No hay ninguna base fáctica para creer que los funcionarios de la embajada son seres superiores, inmunes a las tentaciones, a los intereses particulares, al egoísmo, y a la promoción de agendas políticas oportunistas ni para sostener que todos los paraguayos somos seres inferiores, moralmente podridos, proclives al servilismo y sometidos por el mal.
Esa creencia simplemente desconoce los hechos, y desconocer los hechos es una cosa intelectualmente terrible: El actual gobierno norteamericano es prueba fehaciente de que la corrupción más rampante no es un tema solamente paraguayo. Los hechos de corrupción, confesados por el presidente Joe Biden en el indulto de su nepobaby Hunter, permean lastimosamente todos los niveles de la administración pública estadounidense y lo hacen en una escala que no conoce precedentes.
El Wall Street Journal pretendió blanquearse el pasado viernes 20 confesando, después de cuatro años de encubrimiento, que Biden delega en una camarilla no elegida por nadie la toma de decisiones fundamentales debido al declive cognitivo que le aqueja desde el primer día, lo cual es consistente con la declaración del secretario de Estado designado, Marco Rubio, sobre la prevalencia, en el servicio exterior, de intereses particulares.
La segunda, no menos importante, es que simplemente no es verdad que si no se está con la embajada, se está con la corrupción. Habemos una mayoría de paraguayos que no estamos con la corrupción y que, sin embargo, rechazamos la idea colonial, de cipayos, según la cual luchar contra la corrupción requiere enajenar nuestra soberanía y destruir nuestras instituciones.
No hay razón alguna que justifique poner en manos de un poder extranjero, con las debilidades mencionadas en la primera cuestión, la posibilidad de usar selectivamente información recopilada con técnicas de espionaje para chantajear a actores políticos paraguayos como lo habilita el Memo de entendimiento del 11 de marzo de 2022 entre la DEA norteamericana y entidades de nuestro Estado.