Impotencia y resignación

En Paraguay, un país ubicado estratégicamente en el cono sur del continente americano, bendecido con tierras fértiles y altamente productivas, la agricultura debería ser el mayor potencial de la nación. Cada persona involucrada en este sector debería representar progreso y desarrollo. Sin embargo, nada de esto es realidad en este país. El Gobierno brilla por su ausencia y abandono hacia los productores frutihortícolas, hundiendo a la gente del campo en una terrible crisis económica.

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Los productores de tomates y locotes están cansados de suplicar al Gobierno por la garantía de un mercado seguro para sus productos. Miles de kilos de tomates y locotes se pierden a diario en las fincas de los agricultores, dejando en crisis a los pequeños productores.

Tomates y locotes de primera calidad son utilizados como alimento para animales de corral, y aun así, sobran cientos de kilos de productos en descomposición que finalmente deben ser enterrados para evitar el mal olor en el entorno.

La principal causa de esta situación es la pésima planificación del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), el ingreso masivo de productos de contrabando y la corrupción de las autoridades, quienes deberían velar por los intereses del país.

Los horticultores han contraído deudas millonarias en bancos y financieras y ahora no saben cómo pagar sus créditos. Muchos están rematando su escaso ganado y otros animales de granja para poder subsistir y cumplir con sus obligaciones, con la esperanza de que el próximo año sea mejor.

El Gobierno, en un intento de maquillar esta nefasta situación, anunció con bombos y platillos la exportación de tomates y locotes, argumentando que el país está dando un gran salto en el desarrollo comercial del campo. Sin embargo, los propios agricultores denuncian que el precio que se les paga por sus productos de primera calidad ronda entre los G. 1.500 y G. 1.800 por kilo en finca, un monto que ni siquiera alcanza para cubrir los costos de cosecha.

Desde todo punto de vista, la situación es lamentable. Las autoridades de turno se burlan de la gente trabajadora y parecen no preocuparse en absoluto por el bienestar de la población. Los productores requieren, de manera urgente, unirse y exigir con vehemencia la atención que merecen, obligando al Estado a mejorar las condiciones de vida de la clase humilde del país.

victor.barrera@abc.com.py

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