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Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Así que, por sus frutos los conoceréis.
Entiendo que no hace falta ser creyente ni seguir el evangelio para compartir la cita de Mateo el Evangelista.
Y viene al caso la cita bíblica en relación a cierta afirmación de que el actual Congreso es “el mejor que hemos elegido”. Mi respuesta es contraria; podemos afirmar que difícilmente se puede tener un Congreso peor que este. Dudo que en la historia democrática del Paraguay se haya alcanzado a contar con un Congreso como el actual y dudo que otro lo alcance en su mediocridad y en particular en su prepotencia institucionalizada, aunque en términos de la representación, siempre es posible tener algo peor. Es que por los frutos que a la fecha ha dado este Congreso solo puede afirmarse que es malo, por ello sus frutos no pueden ser buenos, sino malos. Un Congreso malo no puede dar buenos frutos. La calidad del Congreso no se puede medir en base al sistema de elección de sus miembros, sino a sus frutos que deben ser en favor del ciudadano y nadie más.
La corrupción y los escándalos políticos han erosionado la confianza de la ciudadanía en el Congreso y en los políticos en general y por ello es catalogado el peor. En efecto, este Congreso ha venido legislando en temas donde el conflicto de intereses propios o de amigos es la constante o contra quienes considera “enemigos políticos”, donde se alza la mano como lo hace la masa que solo se mueve por la inercia del movimiento para aprobar leyes sobre las que carecen de la más pálida idea. En este Congreso no se debate, esto es innecesario, se impone la coyuntura de “ser mayoría”, entonces se aplana todo. Este Congreso no cobija legisladores, sino indiciados acusados de corruptos o de estar involucrados en el narcotráfico o lavado de dinero otorgando a sus miembros y amigos la impunidad del poder. Este Congreso aplica a rajatabla el “Quid pro quo” “algo a cambio de algo”. Tu corrupto por el nuestro o nada.
Este Congreso ha nombrado a pares que lo represente ante Órganos Constitucionales como el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados o el Consejo de la Magistratura acusados de ostentar título universitario sin haber pisado una Universidad, hecho que no le ha inmutado. Este Congreso tiene tránsfugas que han violentado el mandato del voto por el cual fueron electos. Este Congreso forja el descarado e imparable nepotismo. Sin empacho de vergüenza, utiliza bienes del Estado para cuestiones particulares. Este Congreso, con dinero público –esto es de todos quienes contribuimos con nuestros impuestos–, sin rubor alguno, abonó el costo del “tour de vagancia” de varios de sus miembros inventando ser “observadores” cuanto que lo que único que se observó son actividades propias de turistas. Este Congreso sanciona leyes que coartan garantías constitucionales como el de la privacidad de la documentación personal. Este Congreso impone cargas inaceptables al sector privado so pretexto de la transparencia que ni por asomo la practica. Este Congreso crea y legisla para sí odiosos e inconstitucionales privilegios. Este Congreso niega amparo a discapacitados. Este Congreso carece de conexión eficaz con la realidad social, se aísla de la sociedad.
Todo esto no es más que una prueba palpable de que lo producido por el Congreso NO ES BUENO, o sea, este Congreso es malo y por ello un alto porcentaje de los congresistas, casi la mayoría, todos de un mismo movimiento, se ganaron a pulso el rechazo ciudadano por SER MALO. Pareciera como si la directiva y la mayoría de integrantes del Congreso se tropezaran en una especie de concurso para certificar de que está alejado de la realidad estableciendo él, solo él, la deplorable imagen mantenida, forjando un ambiente de sospecha y desconfianza, además una percepción de que no representa debidamente los intereses y las necesidades de la población. Las constantes acciones de los congresistas contribuyen y afianzan esa pésima imagen. Este comportamiento parece irracional, pero no lo es. El Congreso actual es un mal árbol y como todo árbol malo solo puede dar frutos malos.
Los parlamentarios deben ser los primeros en respetar la alta labor que les ha sido encomendada por un electorado que aspira a ser mejor servido por sus representantes. Este Congreso no respeta esa labor. Por el contrario, sus miembros se dedican muchas veces con tanto frenesí a desprestigiarse recíprocamente que favorecen a debilitar al mismo Congreso. No son los doctores, ni los maestros ni los profesores doctores, ni ninguna casta ni la oligarquía quienes contribuyen y afianzan esa pésima imagen que hoy nos da el Congreso. Son los propios congresistas que, con dedicados esfuerzos, se desacreditan los unos a los otros, los que crean esa lamentable y pobrísima imagen que desprestigia al Congreso. Son los frutos que ellos siembran y cosechan, malos, por cierto, y esto porque todo árbol malo da frutos malos. El ciudadano de a pie está cansado de este Congreso cuyo comportamiento iguala al de los auténticos hooligans. Nadie quiere destrozar el Congreso. No hace falta. Es el propio Congreso quien ha venido construyendo con su pésimo actuar una lamentable y pobrísima imagen perdiendo “autoridad y credibilidad”. Es un árbol malo.
Un Congreso como el actual no puede pretender tener la credibilidad de la gente que lo ha votado luego de que pasan estas cosas. La credibilidad no se gana, se construye. Si este Congreso continúa manteniendo por inercia la misma estructura y los mismos comportamientos, no culpen de su deterioro y falta de confianza a los doctores, maestros, oligarcas u ONG y menos que quieren destrozarlo. Es importante que la ciudadanía mantenga cercana vigilancia hacia los poderes del Estado, no solo al Ejecutivo sino que en particular al Congreso, que no puede quedar fuera del escrutinio o, de lo contrario, seguirá como árbol malo y dando frutos malos, cada vez más malos.