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Esta semana la Cámara de Senadores aprobó un autoaumento de G. 6 millones para los legisladores de ambas cámaras, que ya tiene el visto bueno del presidente de la República, Santiago Peña, para introducirlo en el Presupuesto General de la Nación, una vez que culmine su trámite legislativo en el Congreso Nacional.
Dicho ajuste se dio luego de las críticas por la asignación que se hicieron para cupos de combustibles y seguro médico vip, ya que los mismos evitan usar el transporte público y el servicio público de salud, a fin de palpar un poco más la realidad que vive la ciudadanía y hacer políticas públicas basadas en la experiencia. Decidieron que en vez de cupos de combustible y seguro médico, se autoaumentarían el salario por el mismo monto.
Si bien es cierto que dicho aumento en total podría ser insignificante para los volúmenes de fondos que se destinan para el acceso a salud, educación, seguridad o justicia, y que los cargos de representación democrática deben ser bien pagados, en una sociedad en la que la brecha económica es tan abismal y donde los privilegios de un sector predominan sobre los derechos del resto, deja un precedente nefasto en los que una clase política sostiene sus privilegios sobre los derechos de la ciudadanía, más cuando el presupuesto es sostenido por el impuesto que paga el ciudadano común y no así los que gozan de mayor poder adquisitivo.
En un país donde faltan medicamentos e insumos básicos en los hospitales, condiciones dignas en las escuelas, donde niños pasan hambre, la ciudadanía sale con miedo a la calle para ir a trabajar, donde servidores públicos como policías, médicos y docentes ganan una miseria, trabajadores trabajan en negro y los que no el salario no les alcanza para una vida digna, el transporte público es un peligro y los precios de los productos aumentan cada vez más, un autoaumentazo se convierte en una bofetada violenta, ya que se prioriza sostener un estilo de vida privilegiado sobre la miseria en la que vive la mayor parte de la ciudadanía y ensancha la grieta de desigualdad, polarizando aún más a los ciudadanos de primera con los de segunda.