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Tal recordación tenia por objeto impedir que incurriese en la soberbia y pretendiese, a la manera de un dios omnipotente, usar su poder desconociendo las limitaciones impuestas por la ley y la costumbre. Un recordatorio de la humildad y la transitoriedad de la vida humana. Es que los romanos consideraban que la arrogancia podía ser peligrosa tanto en lo personal como en lo político. Mantener a los líderes conscientes de sus limitaciones humanas era una política común.
Viene al caso la cita de tan acertada afirmación que, es de obviedad, no la conoce ni la practica el parlamento paraguayo, en particular la Cámara de Senadores, aunque conforme se ha venido comportando con la toma de decisiones de odiosas discriminaciones, la aplica al revés. La temporalidad del mandato del que ostentan hace que se olviden no solo que son mortales, sino que aprovechan de esa temporalidad del mandato para atentar contra quien les ha dado este en beneficio propio otorgándose odiosos privilegios.
Etimológicamente, la palabra privilegio procede del latín privilegium. Está compuesta de privus («de uno mismo») y legalis («la ley»). En otras palabras, un privilegio es un beneficio otorgado por ley a un individuo particular. Privilegio” es una palabra que, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, consiste en la “exención de una obligación o ventaja exclusiva que goza alguien por concesión de un superior o por determinada circunstancia propia.” Pero hay otro tipo de privilegios de carácter injustificado, que está muy de moda en el ámbito político parlamentario paraguayo, que raya lo vergonzoso y odioso. Privilegios lamentables, injustificados, que demuestran la degradación a que se ha llegado en Paraguay.
Y es prueba de lo expuesto la autoasignación por parte del Senado paraguayo –que prácticamente le ha ganado a Diputados en cuanto a ser considerada " cámara de la vergüenza”– de vales para combustibles y seguros vip, aunque ya vienen de antaño solo que en la actualidad han perdido todo vestigio de vergüenza de la que de hecho carecen.
En teoría el parlamento representa y transmite las solicitudes de los ciudadanos. En el caso del parlamento paraguayo, cegado por su narcisismo patológico, no escucha lo que aquellos piden. Es que están abocados a asaltar el Presupuesto General de la Nación en provecho propio, donde sin vergüenza alguna recortan gastos referentes a salud y educación manteniendo a la mayoría de las personas bajo líneas de pobreza y precariedad, todo esto con beneplácito de un ejecutivo inservible, zombie y genuflexo al poder parlamentario, en particular con cierta facción del mismo, actitud esta que refuerza lo peor del autoritarismo que se ha enseñoreado en el parlamento.
Mientras la gran mayoría de la población gana salarios que –a precios internacionales– son de pobreza, el parlamento, el senado, se autoasigna , privilegiándose, sumas millonarias, que lesionan la meritocracia, para, dicen que, “realizar mejor las funciones que corresponden”. Todo es mentira. El ejercicio público por parte del Senado se ha convertido en una oportunidad de obtener privilegios, sin tener la consciencia del daño moral y material que se produce a los ciudadanos. Con el cargo de senador, obtenemos más privilegios que los demás, es el principio rector de estos “honorables senadores” . Todo privilegio es con dinero o recursos de los ciudadanos y ningún funcionario público, en tanto servidor público, debiera tener privilegios frente a los ciudadanos en general. El legislador debe entender que el cargo de tal no le da o autoriza ningún privilegio sobre los demás. No están autorizados constitucionalmente legislar en beneficio privado o para facilidades especiales. Lo contrario es un actuar ilícito del poder y de discriminación sobre otros. Es que, por principio, letra muerta para el Parlamento paraguayo, todos los ciudadanos tenemos el mismo valor como personas y por esa condición de persona tenemos dignidad y no por ser presidente, congresista, intendente, concejal, gerente público o asesor de políticos se es merecedor de ningún privilegio y menos solventar ese con el erario público. –
El parlamento debe entender que el poder es efímero. Que la cultura del privilegio entra en tensión con el metavalor de la meritocracia, que la persistencia de privilegios erosiona la confianza en las instituciones y que la irritación confronta a la ciudadanía, como que la ira de los mansos es peligrosa.