El “Carpincho” que le ganó al tirano

Una calurosa siesta, como la de ayer, pero de 1989, en medio del aporreo de teclados y el tictac de la sección “Cables”, una especie de cinta métrica de papel llamada teletipo escupía una noticia que generó el grito del periodista Venancio Rivas: “¡Roa ganó el Cervantes!”. Cuentan los que estuvieron ahí que hubo un silencio tenso de la sorpresa inicial y luego todos gritaron de alegría. Hoy, 35 años después, recordamos esa gran victoria de Augusto Roa Bastos por sobre la dictadura que lo desterró de Paraguay.

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Entonces, fue como festejar un gol de la Albirroja; pero esa anotación además de celebrar el reconocimiento del talento paraguayo en el extranjero, era también para celebrar otra victoria. Esa que se dio por sobre un sistema que oprimió por tanto tiempo el sentir y pensar diferente de los intelectuales y luchadores nacionales. “Fue como decir ‘acá tenés, Stroessner’”, recuerda haciendo un gesto característico con las manos alguien que vibró ese día con la noticia.

Desde la fecha hasta hoy, no se recuerda algo tan glorioso como un galardón de las letras conferido a un connacional. De hecho, personajes políticos en poses de cultos, se llenan la boca haciendo referencias al escritor a quien le roban (eso también) alguna que otra frase y se ufanan del logro ajeno. Sin embargo, es a esa misma gente a la que no le tiembla la mano para hacer los recortes sector de la cultura. O los tienen a maltraer cuando se trata de efectivizarles los reconocimientos.

Como ejemplo, tenemos a los artistas que se han manifestado días atrás por la falta de pago de premios y proyectos, más de 80, de los fondos de la Municipalidad de Asunción. Para “la autoridad” las letras son peligrosas, en especial cuando lo que se dice son críticas y señalamientos a la mala gestión que realizan como administradores de la cosa pública. Fue por eso, fue por esa oposición que Roa Bastos y muchos más fueron desterrados de este país. Ellos tuvieron “suerte”. A otros los desaparecieron y algunos hasta hoy siguen siendo buscados.

Cuenta la anécdota que a Roa Bastos le pusieron el mote de “Carpincho”, por su nariz característica. Al parecer eso le inspiró a escribir la obra “Carpincheros”, situada en la zona del río Tebicuary que denuncia la opresión, la explotación y la desesperanza que se resuelve con una huida hacia la libertad.

Así fue la vida de Roa Bastos, quien a pesar de la “huida forzada”, supo, a través de sus letras, “ganarle” al monstruo de la opresión personificada en el dictador Alfredo Stroessner. El día que ganó el Cervantes, fue el día en que el Carpincho le ganó al tirano.

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