La posverdad de Peña

Cuando el presidente de la República, Santiago Peña, tomó la palabra en la Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) de la que participó hace unos días, la pregunta principal que nos hicimos fue qué mensaje daría.

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Firmó la Declaración de Chapultepec, un compromiso con la defensa de la libertad de prensa. Por tanto, colocó ese momento en un escenario interesante, especialmente cuando se habla de presiones y amedrentamientos hacia el trabajo periodístico, y se sabe de los recientes enfrentamientos con parte de la prensa además de sus duras críticas hacia los medios que lo cuestionan.

Peña destacó la importancia de los medios en una sociedad democrática, pero también alertó sobre los peligros de la “posverdad” y la polarización mediática, fenómenos que, según él, desvirtúan la realidad a favor de emociones y opiniones subjetivas. Este concepto de posverdad, en su narrativa, parece sugerir que algunos sectores de la prensa fomentan agendas que solo buscan ver lo negativo, desvirtuando el debate público y elogiando una agenda de polarización en lugar de contribuir de manera constructiva.

El Presidente no se quedó solo en ese punto. Lanzó una crítica directa a “los agoreros de la prensa”, una frase que trae inquietantes reminiscencias de la dictadura de Alfredo Stroessner, época en la que esa expresión se usaba para descalificar y perseguir a los críticos del régimen.

Al señalar todo esto, surge la inevitable pregunta de qué pretende el Presidente con esta afirmación ¿Quiere que los medios se conviertan en altavoces de propaganda como lo hacían algunos durante la dictadura?

El periodismo, mal que le pese, lejos de ser complaciente, tiene la responsabilidad de investigar, denunciar y exponer los aspectos que dañan al país. Ese es su deber, estar en guardia frente a los abusos del poder, y colaborar en la construcción de una sociedad más justa y transparente.

La credibilidad es la columna vertebral de los medios de comunicación y eso se construye manteniendo relatos genuinos basados en hechos, con una labor constante y rigurosa. La prensa, al asumir su rol crítico, jamás resultará cómoda para los gobernantes.

El riesgo para la democracia está cuando un gobierno busca acallar las voces críticas. Los cuestionamientos a la falta de gestión, las denuncias de corrupción que generalmente son resultados de investigaciones periodísticas, no son anécdotas pasajeras; son los pilares que sostienen una democracia viva.

Hay que felicitar al Presidente por firmar la declaración de Chapultepec y haber afirmado que sin libertad de prensa moriremos asfixiados. Será un recordatorio constante ante cualquier intento de silenciar a la prensa. Como bien dijo Thomas Jefferson: “El precio de la libertad es la eterna vigilancia”. Ahí estarán los medios ejerciendo esa vigilancia, firmes en su compromiso de mantener informada a la sociedad, para defender la verdad y proteger la democracia.

smoreno@abc.com.py

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