Kachike, compañero

Quería escribirte para contarte cómo fueron estos diez años sin tu presencia por aquí. El pasado 16 de octubre los compañeros quisieron recordarte y varios pudieron hablar de tu trabajo, de tu forma de ser, del ser humano bromista que eras y de lo valiente que fuiste al enfrentar a la mafia que tiene sus tentáculos en todos lados.

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Yo imagino que te encontraste ya con tus dos hermanos que corrieron la misma mala suerte que vos, los que se convirtieron en mártires del periodismo paraguayo por denunciar “pocas cosas” como el rollotráfico hasta sicariatos y cárteles que comenzaban a tomar algunos lejanos rincones del país. Así de py’a guasu eran los Medina.

Me impresiona la visión y comprendo el temor que tenías de que las mafias vayan creciendo hasta tomar vastas extensiones de nuestro territorio. Lastimosamente, no pudiste contener eso con todo lo que intentaste, es muy complicado cuando los que tienen que actuar y hacer justicia se dedican al blanqueo y a caerles bien a los poderosos de turno. Hasta ahora nos impresiona tu valentía, vos más que nadie sabías a quienes te enfrentabas, pero todo falló, todos fallamos. Desde las fuerzas de seguridad que estaban obligadas a protegerte tras tantas amenazas, hasta nosotros -tus compañeros- que no dimensionamos el terrorismo que te acechaba.

Sobre tu caso en lo judicial no puedo contarte nada que vos no sepas, los escritos que dejaste son los que sirvieron para atrapar a esos que tanto publicaste, denunciaste y de quienes recibiste amenazas. Como dice tu jefa, Magda, vos mismo resolviste tu caso con ese premonitorio relato que redactaste. Tenías toda la razón desde un principio, eran unos matones, no tenían problemas de apretar el gatillo, sin remordimientos eran capaces de dejar a una familia sin padre y sin esposo en segundos, así como ya lo venían haciendo. Y los que estaban más arriba siguen allí, nadie les toca, cambiaron y multiplicaron a algunos de sus soldados, pero siguen creciendo.

No pudiste ver a tu club conquistando la Copa Paraguay hace un par de años, sin dudas lo hubieses disfrutado mucho, tu bandera aurinegra sigue cubriendo tu féretro por lo que pudimos ver. A veces nos ponemos a recordar cómo se extrañan tus ocurrencias en el grupo de corresponsales, y es cuando notamos nuevamente que nos arrebataron a un amigo y gran compañero que siempre estaba dispuesto a relatar historias, aunque esas le cuesten todo.

La indignación por tu muerte, Pablo, con el tiempo se convirtió en resignación. Nos costó tu vida saber que el temor sí puede acallar. Ganaron tanto terreno, que ahora los mafiosos con sus capangas están intentando otros métodos “legales” de seguir silenciando. Tu muerte retumbó al principio como los balazos que te segaron en ese camino vecinal lleno de polvo, ahora adornado con la soledad de tu nicho. Es grande nuestro compromiso.

arturo@abc.com.py

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