Regresión de la democracia

¡Qué humilladas han de sentirse las personas decentes que acuden, obligadas, al banquillo de la comisión garrote! No les ha de ser fácil ver y escuchar a unos seres que el accidente político les puso en un sitio que se inventaron para sentirse ilustres, con el látigo de la soberbia en la mano.

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Es el triunfo de la sinrazón, ignorancia, abuso, ineptitud. ¿Dónde sino en esa comisión podrían sentirse importantes? ¿Alguna vez habrán soñado que tendrían delante, llamándoles “señor”, a algunos altos funcionario del Estado, por ejemplo? ¿Se imaginaron, siquiera, que desfilarían ante ellos a honorables personas que se dedican a apuntalar el país con sus obras sociales? Personas que no solo pierden su tiempo, también la tranquilidad sobre el futuro de sus actividades lícitas.

¿Que las organizaciones sin fines de lucro manejan dinero extranjero? ¿Y de qué vive nuestro país? De préstamos y de préstamos para pagar esos préstamos; de donaciones y de limosnas. El edificio del Congreso existe porque Taiwán hizo construir con el dinero de sus contribuyentes. Entonces, ni ahora, nadie protestó por tratarse de dinero extranjero. A esta donación se debe agregar muchas más que llegan casi a diario y dan un cierto respiro al país. ¿Las limosnas? De las muchas tenemos una reciente: El embajador de los Estados Unidos, Marc Ostfield, donó a la escuela “General Andrés Delmás”, de Lambaré, bebedores industriales de agua filtrada, renovación de espacios educativos, sillas y otras necesidades más.

A propósito de Ostfield, en Lambaré anunció que seguirá en el país mientras dure el proceso de confirmación en el senado de su reemplazante. “Un proceso, dijo, que durará varios meses o más”. Recordemos que el pasado 8 de agosto el gobierno de Peña pidió al de Estados Unidos que acelere la salida del embajador por “pérdida de confianza”. La respuesta del gobierno norteamericano al pedido de Peña fue esta: Todavía estará varios meses “o más”. O sea, hay tiempo todavía para darnos algún anuncio importante.

El diario ABC Color, en su editorial del pasado lunes, se refirió a ciertos integrantes de la comisión garrote cuyos antecedentes ya se conocía de antiguo pero nunca sobra recordar a la opinión pública cuál es la composición de una entidad que juega con el honor de las personas y pone en riesgo la democracia. Es muy peligroso, a más de degradante, que personas que viven en los alrededores de la decencia, del suburbio de la ética, de la oscuridad del conocimiento, tengan en sus manos juzgar a instituciones que ayudan para que nuestro país esté un poquito mejor, o por lo menos, no enteramente destartalado.

Es la arrogancia cartista –la misma que le llevará al derrumbe- la que instaló en la presidencia de la comisión garrote a Dionisio Amarilla, en premio a sus muchos “méritos”, entre los cuales sobresale haber conseguido que la voz crítica de Kattya González ya no se escuche en el senado. Con este acto, se obtuvo otro “premio mayor”: que el nombre de nuestro país se arrastre por el suelo también en las esferas internacionales.

Sobre esta comisión garrote, por sus intenciones y por quienes la componen, caen fundadas críticas desde diversos sectores de la ciudadanía. A esta comisión se agrega la mayoría de diputados que el martes aprobó una ley conocida como “anti ONG”. Las organizaciones sin fines de lucro les tienen a los cartistas enloquecidos porque no las pueden controlar. Son una de las pocas organizaciones libres del totalitarismo cartista que vive con la obsesión enfermiza de la conspiración.

La comisión garrote y ahora la ley “anti ONG”, solo sirven para hacer que el Paraguay viva enredado en el pasado, sin posibilidades, por lo menos por ahora, de llegar a ser medianamente moderno. Cada día damos un paso atrás. Un país se admira y respeta por sus leyes. ¡Qué lejos estamos de la admiración y el respeto! ¡Cómo nos cuesta despegarnos del dominio de la codicia, mala fe, ignorancia, abuso, corrupción desmedida!

alcibiades@abc.com.py

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