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Con sus exabruptos habituales, el gobernante venezolano le dedica todo tipo de improperios a la líder opositora María Corina Machado. Es evidente que si hay alguien que le quita el sueño a este personaje es ella, por la inmensa popularidad de la que goza a pesar del acoso oficialista del que es víctima.
A Maduro le gusta ningunearla, pero lo cierto es que un día sí y otro también la menciona como una obsesión que no lo deja vivir. Si María Corina fuera tan “insignificante” para el chavismo, ni se molestaría en atacarla. Sin embargo, es blanco constante de descalificativos y, peor aún, de un asedio que la obliga a vivir en clandestinidad dentro de Venezuela.
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El malestar de Maduro en los últimos días se debe al Premio Václav Havel que el Consejo de Europa le ha concedido a la líder de la Plataforma Democrática Unitaria por su defensa de los derechos humanos. Es la primera vez que una figura de América Latina recibe tan prestigioso galardón, el cual se otorgó por primera vez en 2013. Mientras en Europa, Washington y buena parte del mundo democrático reconocen la lucha de María Corina y la oposición venezolana, Maduro y su entorno se aferran al poder por medio de elecciones fraudulentas y una cacería de brujas para silenciar a los desafectos.
Es incuestionable que la oposición se ha tambaleado por la salida forzosa del país de Edmundo González tras haber ganado las elecciones del pasado 28 de julio, pero la mayoría de los venezolanos –y por descontado los casi ocho millones que componen la diáspora venezolana– lo respalda a él y a María Corina, esta última cerebro y motor del bloque opositor. Para mayor contrariedad del gobierno de Caracas, el Centro Carter acaba de presentar en la sede de la OEA en Washington las actas electorales que certifican la victoria del candidato recién exiliado. Es la verificación del triunfo de la oposición.
Aunque por medio de amenazas y presiones Maduro consiguió que Edmundo González acabara por solicitar asilo en España (donde reside un buen número de líderes de la oposición), el dictador venezolano no las tiene todas consigo. La persistencia de María Corina, capaz de movilizar a la gente desde la clandestinidad, es un factor que hasta ahora no ha podido neutralizar. En los últimos días, y coincide con el premio que le han concedido a su archienemiga, ha proclamado que la opositora está “preparando maletas”, añadiendo que son de “Gucci”, por aquello de insistir en una supuesta lucha de clases contra la burguesía.
Un relato falaz que ya nadie cree, pues el chavismo lo que ha hecho es repartir la pobreza en todo el país. En todo caso, las maletas que circulan son las que el narco estado mueve internamente repletas de billetes producto de la corrupción. Maduro tacha a María Corina de “terrorista”, pero él es quien ejerce el terror de Estado.
Una de las herramientas más poderosas de las dictaduras es la de infundir miedo en la población y el chavismo lo hace con la pericia que le falta para generar prosperidad. Indudablemente, a Maduro le sobra malignidad para, si así se lo propone, arrinconar a sus adversarios hasta forzarlos al exilio. Ha ocurrido en el pasado y acaba de suceder con Edmundo González. Hasta ahora, María Corina ha resistido los embates con una fortaleza casi sobrenatural. Ella sostiene que el gobierno de Maduro resiente las consecuencias del repudio internacional y asegura que está “más solo, aislado y débil, sus arremetidas violentas son una señal, evidentemente, de desesperación”.
La opositora conoce bien a su enemigo y le amarga sus Navidades adelantadas y de mentirillas. La estrategia de María Corina es un espejo de la lucha que en su día sostuvo Václav Havel contra el comunismo en la antigua Checoslovaquia: “La esperanza no es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, salga como salga”. Que alguien le explique a Maduro las sabias palabras del recordado Havel. [©FIRMAS PRESS]